TEMA

TEMA Món

En el mundo sin ser del mundo

Martín Gelabert, O.P.

En el Nuevo Testamento el término “mundo” tiene un triple sentido: mundo es el espacio en el que vivimos, nuestro hogar, la prolongación de nuestro cuerpo. Mundo tiene también un sentido peyorativo: es el lugar de actuación del “príncipe de este mundo”, del que trata de separarnos de Dios y, por extensión, mundo es el lugar donde abunda el mal. Finalmente, el término mundo puede referirse a los seres humanos que son amados por Dios: tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo.


A veces los cristianos nos hemos quedado solo con el sentido negativo del término. Cuando Jesús dice a los suyos que “no son del mundo” se refiere a este sentido negativo, aunque también podría entenderse en un sentido más neutro. Los discípulos no son del mundo, si por mundo se entiende únicamente lo terrenal, incluso las cosas buenas que hay en este mundo, porque ellos aspiran a una patria mejor. Su mundo es el celestial. No hay que olvidar que, aunque no sean del mundo, Jesús envía a los suyos a este mundo, al mundo entero. Y los envía con una misión bien concreta: evangelizar, dar testimonio de él, hacer el bien.


En este mundo hay realidades positivas y otras negativas. Dicho con una imagen evangélica: en este mundo hay trigo y cizaña, hierbas buenas y hierbas malas. Los cristianos, antes de condenar y también antes de aprobar ingenuamente, tenemos que discernir. Para reconocer lo bueno de la situación actual, apoyar lo bueno, mejorar lo deficiente y cambiar lo malo. Eso último no es fácil, porque podemos encontrarnos con oposición por parte de aquellos que quieren mantener lo malo.


Es posible que algún lector piense que me pierdo en consideraciones teóricas y no desciendo a reflexiones prácticas. La verdad es que lo mío nunca han sido las recetas. Yo intento ofrecer levadura, para que cada uno haga fermentar su masa y sea responsable del resultado de la masa. Sin duda se podrían poner muchos ejemplos de las dificultades con las que se encuentra la Iglesia en esta sociedad. Una de las cosas más serias que están ocurriendo actualmente es que lo que hasta hace poco era tolerado, se ha convertido en un derecho social. Derecho social, o sea, protegido por leyes del estado e incluso subvencionado con dinero público.


Algunos políticos pretenden no solo convertir en derecho social determinadas actuaciones poco compatibles con el evangelio, sino convertir en delito cualquier asomo de crítica o, lo que es peor, cualquier posible alusión no favorable a estas actuaciones. Por otra parte, el ambiente social parece imponer un lenguaje llamado políticamente correcto que, en ocasiones, no facilita encontrar la realidad concreta y objetiva de determinados hechos. Dicho de otro modo: de entrada, el culpable sólo puede ser uno, siempre en la misma dirección. Lo políticamente correcto impide un buen discernimiento.


¿Qué vamos a hacer en un mundo en el que, según como se miren las cosas, todo está mal? Para empezar, buscar cosas buenas, que las hay, y muchas. Vamos a cambiar nuestra mirada para ver lo mucho bueno que hay. Y reconocer en esto bueno las semillas del Verbo, las huellas de Cristo, los impulsos del Espíritu. Y luego, vamos a mirar con comprensión a tanta gente que, en medio de sus dificultades y problemas, hace lo que puede. Y, a veces, puede poco. Nuestra tarea, en este caso es no apagar la llama, el pábilo vacilante, la caña cascada. Y si podemos, dar un poco de aliento, enderezar la caña.


Finalmente, ante situaciones que no podemos aprobar, en vez de condenar, hay que presentar la fe y la vida cristiana como una alternativa. Frente a actitudes egoístas, presentar realidades generosas. Frente a tentaciones de muerte y de exclusión, ofrecer instituciones que acogen y ayudan. Frente a vidas desanimadas, ofrecer una mano amiga para animar. Porque cuando se da una mano al desanimado, esta mano transmite mucha alma. Frente a experiencias de ensimismamiento, de mirar sólo para sí mismo, ofrecer experiencias de salida, desposesión, desasimiento. Frente a experiencias de control ofrecer confianza. Frente a experiencias de rechazo y desamparo ofrecer la experiencia de la paternidad de Dios, para el que todos somos importantes, necesarios e insustituibles. En una sociedad donde abundan las soledades, deberíamos presentar el cristianismo como una vida en la que desbordan los amores.



Nuestra cultura (si a eso se le puede llamar cultura) acentúa, por un lado, el imaginario del éxito y del poder y, por otro, el vivir y agotar a tope la vida. Para muchos el único objetivo parece ser el gozar. Todo esto nos encierra en nosotros mismos y conlleva una insensibilidad ante experiencias que nos sacan de nosotros mismos y un descuido ante el sufrimiento de los alejados. La experiencia de Dios, por el contrario, se apoya en experiencias que nos hacen salir de nosotros mismos. La experiencia de Dios en nuestra cultura podría tomar la forma de una experiencia de contraste, de un adentrarnos por caminos diferentes. Dios no es rentable, es absolutamente gratuito: nos ama porque sí. Es un Dios que genera fraternidad, hace que me sienta vulnerable frente a los débiles de este mundo. La preocupación por el bien de los demás puede convertirse en el buen camino para estar en el mundo sin ser del mundo.

TEMA DEL MES Món

Fosses profundes en el món sinodal

X. Garcia Roca

Sosté el premi Nobel de Literatura, el bengalí Tagore, que «Recentment, hem començat a percebre una veu que ens advertix que hem de tindre en compte no sols la perfecció científica del carro, sinó la profunditat de les fosses que solquen el seu camí». El camí conciliar molt prompte es va veure soscavat per profundes fosses, que dificultaven la seua realització. El Sínode extraordinari convocat per Joan Pau II en 1985 amb motiu del 20 aniversari del Concili Vaticà II va estendre acta de les cruïlles i les derives que amenaçaven la seua realització. El prestigiós vaticanista Zizola va afirmar que este Sínode era una espècie de «referèndum» entre l'obertura conciliar al món i les propostes restauracionistes que començaven a obrir-se pas en l'Església. El cos sinodal, que encara no havia sigut configurat pel ministeri de Joan Pau II, es va oposar majoritàriament a tornar arrere en la relació conciliar amb el món, segons la qual no hi ha una fe sense mediacions culturals, lingüístiques, científiques, ètiques, polítiques i religioses que el món produïx autònomament. La fe i el món no sumen dos.



De l'actual itinerari sinodal convocat per Francesc s'espera que repare les fosses obertes per la restauració, es desactiven certes derives i es recree l'esperit conciliar per al nostre temps, ja que en paraules de Pau VI «els decrets conciliars, més que un punt d'arribada, són un punt de partida cap a nous objectius».


La primera fossa es va obrir entre la manera de representar-se el món com un territori hostil minat pels perills, que Ratzinger veia en «la secularització, el pluralisme teològic, l'autonomia de les Esglésies nacionals, els indicis de protestantisme en els catòlics i els bacils de marxisme», i la visió del món com a planter de signes i jaciment d'experiències per a la construcció del projecte de Déu. El Concili Vaticà II tancava una llarga història d'hostilitats, enfrontaments i desacords, ja que reconeixia el valor teològic de la creació, com la gràcia suposa la naturalesa. És necessària la mediació de la llei natural en la moral, la raó en les conviccions, la ciència en els costums, la investigació en les qüestions de la vida. La restauració, per contra, va pensar que la fe podia ser una realitat autosuficient sense necessitat de mediacions mundanes. Es van reconéixer cristians de la presència, van practicar el replegament sobre si mateixos i van obrir una fossa amb els cristians de la mediació que postulaven la importància i necessitat de la cultura secular no sols com a objecte de missió sinó com a preàmbul, horitzó i mediació de la fe fins a reconéixer que «fora del món no hi ha salvació». Una tasca primordial de l'actual itinerari sinodal serà crear la intersecció i l'ajuntament entre la presència i la mediació.


Si la cultura secular i l'ètica racional són els planters del Déu creador, no és amb menys món, sinó amb més món com podrem transcendir-li en extensió i profunditat. No es tracta de negar la mundanitat en nom d'un espiritualisme, sinó de revelar la bondat amagada en el món i evitar així una mundanitat sense transcendència, sense esperança, sense cor. En esta intuïció conciliar s'incubava una nova versió del sagrat, que es residenciava en la proximitat de la quotidianitat. Pròpiament, no portàvem «des de fora» la salvació al món sinó que explorem la seua presència com a do i com a sorpresa. ¿Quina altra cosa intentava la millor tradició cristiana quan arrelava la llei evangèlica en una moral de la llei natural que situava en el més profund de la realitat mundana, en les consciències i en el temps? La pregunta ¿què aporta específicament el cristianisme per a la salvació i construcció del món?, que va presidir les teologies de l'alliberament, la teologia política i la teologia de l'esperança, s'ha convertit en els nostres dies en la qüestió sobre què rep el cristianisme de la realitat secular per a la seua acció cultural, ètica i política. Trobar les mediacions que expressen i autentiquen hui el dinamisme conciliar i descobrir els llocs del sagrat amb els signes de transcendència serà la tasca més important del Sínode mundial.


Es va obrir una tercera fossa en devaluar el Concili pel seu caràcter pastoral; la contraposició entre la dogmàtica i la pastoral portava amb si una bretxa que s'ha esgrimit contra el magisteri de Francesc amb la finalitat de reduir el seu lideratge. Per als dogmàtics acostar-se pastoralment al món suposava contagiar-se de la seua caducitat, impuresa i provisionalitat mentre que les declaracions dogmàtiques gaudixen, segons ells, d'estabilitat, seguretat i permanència. D'esta manera es pretenia desactivar el caràcter dinàmic i històric pretés pel Concili, al servici d'una acció humanitzadora que conjuga la fugida del món amb la presència en el món. La lucidesa del cardenal Lercaro va advertir que el problema no estava en esta contraposició sinó a col·locar-se en direcció als pobres, com ell va mostrar en els seus últims anys servint en una leproseria. Una tasca encomiable de l'actual itinerari sinodal serà mostrar que la veritat, el bé i la justícia s'entrellacen en la construcció d'un món comú i compartit, plural i obert amb el potencial de la comunió i de la profecia.


Es va escenificar igualment la fossa entre l'obertura i el diàleg, i la preocupació per la identitat. Des dels països perifèrics se sol·licitava una Església que en paraules d'un bisbe de l'Índia «emergix de la carn i dels ossos de la gent del lloc» i recordava que «no hi ha lloc perquè s'imposen les pròpies tradicions i les pròpies cultures a les Esglésies locals que van sorgint». En el seu lloc cal descobrir i estimular els punts de trobada i «intensificar les característiques formes dialogals de la veritat salvífica i la importància de les mediacions culturals». El P. Congar valorava positivament el diàleg amb el món, la inculturació, el pluralisme i l'anhel de justícia, i veia en ells el ressorgiment de l'Evangeli. No és l'hora de guardians, ni dels que només senten la música de l'arbre caigut, sinó d'«auscultar el rumor del bosc que creix», com proposava en el Sínode extraordinari el superior general dels Salesians. És l'hora, com proposa Francesc en Fratelli tutti (n.169) dels que «treballen, proposen, promouen i alliberen a la seua manera. Amb ells serà possible un desenvolupament humà integral, que implica superar "eixa idea de les polítiques socials concebudes com una política cap als pobres però mai amb els pobres, mai dels pobres i molt menys inserida en un projecte que incorpore els pobles"».


Este pas per les fosses obertes qüestiona la representació d'Església i món com a territoris aliens i estranys; de la preocupació per accedir al món, inserir-se en ell i inculturar-se per ell, passem a la voluntat de construir un «nosaltres» que trenque trinxeres entre dins i fora, i celebre la comuna dignitat i fraternitat en el fet de cuidar i ser cuidats, protegir i ser protegits. I esta és la fascinant tasca que ha recomanat Francesc en el recent viatge a Atenes (4-12-2021), amb una fórmula audaç: un humanisme renovat en el qual Déu posa gustosament la seua firma sobre la llibertat humana, sempre i en tot lloc, eleva «un missatge orientat cap a dalt i cap a l'altre; que a les seduccions de l'autoritarisme responga amb la democràcia; que a la indiferència individualista opose la cura de l'altre, del pobre i de la creació».

Share by: