A FONS

A FONS Eros en la vida

El hombre más feliz del mundo

Cosme Puerto Pascual

Ahora los investigadores del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wiscosin nos dan una sorpresa de fundamentos científicos: El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañías de Fortune 500, no tiene relaciones genitales desde hace más de 30 años, sí tiene unas ricas relaciones sexuadas, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, Desconoce tanto el Prozac, como la viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma coca-cola.


En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, ni vida genital, ni popularidad.


Su nombre es Marttin Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no solo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los científicos (03), sino que salió por completo del “felizzómetro” (-0,45). Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten: allí donde los niveles en los simples mortales es muy alto, estrés, coraje, frustración..., en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen. Por el contrario, ahí donde la mayoría de los voluntarios mostró niveles de satisfacción y plenitud existencial Ricard superó todos los índices. Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al titulo de “hombre más feliz del planeta”.


Pero lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo: desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones, relaciones genitales y consumo, consumo, consumo...


Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto:

+ Su padre miembro de la Academia Francesa.

+ No se dejó deslumbrar por el ateismo ilustrado de su padre.

+ Ni por su fe de nacimiento.

+ Tampoco por sus estudios de genética celular en el instituto Pasteur.

+ Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia científica. Un buen día decidió que no era el rumbo de su vida para él, eligió la espiritualidad budista e inició una vida desde cero.


+ Hoy con los millones de sus libros sobre como ser feliz mantiene muchas obras de caridad de todo tipo... Pero esto no es la causa de su felicidad sino la consecuencia de su felicidad.


La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Davideson, y no es ningún misterio, ni gracia divina: se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar físicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos para vivir. Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.


A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y, en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad al otro. Más infelicidad autogenerada.


Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás, de ser el lado amable de la vida, del sexo y relaciones sexuadas, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones positivas, placenteras y de Felicidad.


En su obra En defensa de la felicidad él nos dice que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un día para otro, sino una vida de trabajo sistemático; en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado, de los padres, del entorno... y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad.


Todo esto da la razón a los humanistas de todas las épocas y sus profetas, contra el materialismo científico que no le dieron crédito. La felicidad es un asunto del espíritu y está dentro de nosotros. Está la llave en uno mismo.

A FONS Eros en la vida

El cerebro erótico - amoroso

Cosme Puerto Pascual

En el Cantar de los Cantares se nos dice: “Su cabeza es oro, oro puro; sus guedejas, racimos de palmera, negras como el cuervo: Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua, bañándose en leche, posadas junto a un estanque. Sus mejillas, eras de balsameras, macizos de perfumes. Sus labios lirios que destilan mirra fluida” (5,11-13). “Evoquemos tus amores más que el vino: ¡con qué razón eres amado!” (1,4).


Tu cerebro tiene 13 mil millones de células trabajando tan sabiamente a tu favor, que si las quisieras reemplazar por la máquina computadora más perfecta del mundo, esa máquina electrónica ocuparía el sitio de un edificio de setenta pisos de alto. El cerebro es el principal y más poderoso de nuestros órganos sexuales, lo que implica que, en contra de la creencia popular, la sexualidad humana está localizada entre las orejas y no entre las piernas. Y al ser esto cierto, es extremadamente vulnerable a la educación de los padres, familia, sociedad y Iglesia.


Estamos expuestos a todo tipo de valores, mitos, falsas creencias, miedos, temores, inhibiciones y la imaginación, cosa que puede tener consecuencias positivas y negativas. Las consecuencias pueden ser positivas porque a través de los sentidos, los valores, las creencias, las experiencias y las imágenes positivas incrementamos la capacidad sexual. Y a la inversa, sus contrapartidas negativas impiden el placer, la felicidad y el goce sexual.


Los griegos al nacer veían la mente limpia, como un encerado o pizarra en blanco, que se puede llenar a través de toda nuestra piel y de los sentidos que son como ventanas de salida y entrada en nuestra persona, de sentimientos, deseos, imágenes, y sensaciones afectivas y erótico-sexuales. Para llenar esta pizarra tenemos toda la vida.


Las cosas negativas que escribimos deberíamos borrarlas en la medida que nos hacen daño. No seremos capaces de borrarlo todo y de llenarla del todo de cosas positivas y gozosas.


La mayor parte de la vida no somos conscientes ni de las emociones sexuales positivas, ni de las negativas. El cerebro humano es una red intrincada de caminos o de rutas que conducen a centros importantes y parten de ellos. Los pensamientos, sentimientos y deseos son como los autocares que van y vienen por esas rutas turísticas.


Los centros de control equivalen a los semáforos y permiten, lo mismo que éstos hacen con los coches, que los pensamientos, sentimientos y deseos pasen de una ruta a la siguiente. Durante la actividad sexual, las luces verdes permiten todo el tráfico erótico de manera fluida, todos los sistemas están abiertos. Solamente si el cerebro no enciende luces rojas, todo el tráfico erótico se paraliza y el placer se detiene.


Existe un cerebro para el amor y el eros. A partir de la década de los noventa sabemos que la pasión amorosa y erótica no corresponde, únicamente, al desenfreno transitorio de unos órganos periféricos como el pene y la vagina. La válvula del corazón que late con más fuerza
y bombea la sangre a través de los canales venosos, verdaderas autopistas, que conducen la sangre a todos los lugares del cuerpo, para hacer visible nuestra excitación.


Ahora sabemos que la pasión amorosa y erótica no escapan al control central del cerebro, cuando se avistan estímulos o incentivos muy poderosos, sino que se trata de una reacción global, en la que el cerebro es el director, batuta y desempeña un papel de capital importancia. La gracia de todas estas aportaciones la tiene el empuje imparable de la investigación neurobiológica. Frente a la banalización y trivialización que practican ciertos medios pornográficos de tintes cientificistas, que no cesan de inundar los suplementos de los rotativos y la cháchara radiofónica y televisiva en búsquedas de audiencias.


Pienso como sexólogo que disponer de algún conocimiento objetivo sobre los resortes neuroendocrinos que intervienen en las relaciones amorosas y eróticas, pueden ayudar a entender algo mejor los traspiés, desgraciados o felices, tan típicos en esos menesteres. Pero vende más una información masiva montada sobre la importancia del pene y la resignación de la vagina. El cerebro es como el ordenador donde este computariza todo nuestro sexo, sexualidad y erótica. Está dotado alrededor de 100.000 millones de neuronas que coordinan y evalúan todos los impulsos sexuales, que llegan del interior de todo nuestro cuerpo y del exterior a través de las puertas o ventanas de nuestros sentidos. La excitación sexual y erótica no empieza o se origina en el pene o la vagina sino en el cerebro. Cualquier estímulo interno o externo sexual activan el sistema límbico, las estructuras cerebrales se activan, el sistema endocrino segrega las hormonas y neurotransmisores responsables de la química del amor, sexualidad y vida erótica.


La vida sexual es una verdadera sinfonía de hormonas sexuales, señales ópticas, sustancias olorosas, sonidos, experiencias gustativas y estimulinas cerebrales como endorfinas, oxítocinas, fenitelaminas, dopaminas, etc. Todo nuestro cuerpo y nuestra piel dotada cada centímetro cuadrado de 3.000 células sensitivas, que transmiten esas sensaciones a nuestro cerebro. Director y batuta de esta maravillosa orquesta, que evalúa y coordina todos los impulsos, que le llegan de todas partes según la educación y la experiencia, para ofrecernos la mejor o peor sinfonía erótica de nuestra sexualidad. El cerebro es el órgano sexual más importante del ser humano, ya que dirige toda su actividad sexuada, sexual y erótica.


Es el depósito, batuta de nuestros valores, recuerdos y notas de los sones biológicos, psicológicos, afectivos, sociales, culturales y religiosos de la sinfónica de nuestra vida sexual. La influencia en nuestras vivencias, expresiones y manifestaciones de nuestra excitación sexual es profunda y esencial. Al analizar los diccionarios y libros dedicamos al tema de sexo, uno se da cuanta rápidamente de que la mayoría de las personas tienen por cerebro un pene o una vagina. Nunca falla la presencia de estos dos órganos en todos los diccionarios y libros de educación sexual, pero el cerebro no esta presente en la mayoría de ellos como el órgano más importante e imprescindible. Esta ausencia es la mejor prueba de que nuestros estereotipos o paradigmas sexuales siguen reduciéndose a lo genital en nuestra cultura actual. ¿Quién duda hoy de la importancia y presencia del cerebro en nuestra vida sexual? Todos sabemos por experiencia que el cerebro desempeña un papel imprescindible en nuestro sexo, sexualidad y erótica.


Todas nuestras actitudes, pensamientos, emociones, deseos, recuerdos, actividades sexuales se inician y son procesadas a través de sus complejos mecanismos. La excitación de los órganos genitales del hombre y la mujer pueden ocurrir sin ninguna estimulación sensorial: puede producirlas el proceso de fantasear y hay quienes llegan al orgasmo durante las fantasías sin ninguna estimulación física. Los amantes deben seducir primero sus mentes respectivas, lograr un estado de ánimo propicio al placer, para que los órganos genitales de ambos puedan responder. La respuesta erótica sexual no sólo desencadena unos mecanismos reflejos, sino que fundamentalmente está sometida al control del cerebro. Las funciones cerebrales pueden aumentar el placer al rememorar escenas que resultaron eróticas en el pasado o al imaginar situaciones deseadas. Del mismo modo que pueden reprimir, inhibir o bloquear estos efectos si voluntariamente se rechazan o si interfieren recuerdos traumatizantes y culpabilizantes.


Por muy eróticas que sean las estimulaciones, todos los órganos obedecen primero las señales del cerebro sexual. El tipo y modelo de educación sexual recibida desde el nacimiento por la familia, padres, calle, colegio, sociedad, Iglesia y medios de comunicación condicionan la sexualidad de nuestros niños, jóvenes y adultos. Es de capital importancia que los niños desde que nacen reciban un modelo de sexualidad sana, positiva, evolutiva y realizadora en el gozo. Si aprendieron a considerarla como algo normal y placentero, es más probable que los estímulos eróticos sexuales resulten una fuente de placer y gozo para el adulto, que si el niño ya creció aprendiendo que era algo vergonzoso, indigno, sucio, feo y pecado. La sexualidad para el creyente es un don, un regalo de Dios, salido de su mano creadora, de ella no sale nada malo y menos para vengarse, castigar y perjudicar a los que ama. Los educadores cristianos tienen el derecho y grave deber de ser los que mejor educan y hablan de la obra creadora de Dios. No hacerlo de este modo es causa de increencia para los niños y jóvenes en el mundo postmoderno.


Si las notas de la sinfonía sexual suenan mal. Se debe a que el mecanismo del cerebro sexual funciona así. Sí una persona rechaza, inhibe o ve mal el placer de una sexualidad sana debido a su educación humana, religiosa o al recuerdo de una experiencia anterior negativa, los centros reflejos de la médula espinal no pueden funcionar, ya que se lo prohíbe la orden que le llega del cerebro. Esta estrecha relación entre la médula espinal y el cerebro explica la importancia de la educación y de la comunicación en las manifestaciones de la respuesta sexual. El sistema límbico es el responsable de la adaptación del comportamiento al recuerdo de las experiencias pasadas que van configurando el deseo, influye en las emociones, en las sensaciones de placer y felicidad, en los procesos de aprendizaje y recuerdos, y en la agresividad. Su nombre indica su situación en el interior del cerebro: es la frontera entre el córtex cerebral y el centro del cerebro.


La gran prueba de la primacía del cerebro en nuestra sexualidad son las variaciones culturales en la excitación sexual de las culturas y personas. Aunque los mecanismos biológicos que subyacen a la excitación y respuesta sexual humanas son esencialmente universales, los estímulos sexuales o los comportamientos particulares que las personas encuentran excitantes están influidos en gran medida por un condicionamiento cultural. Los modelos o estereotipos que cada cultura tienen y en los que son educados desde que nacen cada uno de sus miembros. Las sociedades occidentales, tienden a poner el énfasis durante la actividad sexual en la aproximación, excitación, coito penetrativo y en el logro de orgasmos genitales. La subparte genital del dinamismo sexual la definen como lo óptimo y la meta deseada. Por el contrario, los partidarios de las tradiciones o culturas tántricas orientales, en las cuales la espiritualidad se entreteje con la sexualidad, a menudo logran el placer óptimo poniendo el acento en los aspectos sensuales y espirituales de la intimidad compartida más que en la liberación de las tensiones genitales y orgásmicas.


La estimulación erótica en general, está sujeta a una amplia diversidad cultural e individual. Los orientales tienden a prolongar los intensos estados de excitación por varias horas. Los occidentales estas actividades a menudo son de muy corta duración, pues los amantes pasan rápidamente a lo que ellos llaman “suceso principal”: el coito. Los occidentales se centran en una sexualidad de genitalidad y los orientales de totalidad del cuerpo y por ello el cerebro dentro del todo, tiene la primacía como órgano rector. Otro de los indicadores de la diferente combinación de notas de la sinfonía sexual por el cerebro son los modelos o estándares del atractivo sexual. Si bien las cualidades físicas ejercen una influencia profunda y esencial en la excitación sexual en prácticamente cualquier cultura, los paradigmas o modelos de atractivo varían mucho, como puede apreciarse en el tipo y formas de acicalarse de hombres y mujeres en lo que consideran como atractivos en esas culturas. Lo que puede resultar atractivo o fuente de excitación erótica en una cultura, tal vez parezca extraño o poco atractivo en otras. Un ejemplo muy claro de lo que vamos diciendo son los senos de las mujeres. Los pechos desnudos de una mujer para muchas culturas no son vistos en general como estímulos sexuales y eróticos, como ocurre en muchos pueblos africanos y en la nuestra es un signo prioritario del erotismo femenino.


Hay muy poco acuerdo entre las culturas del mundo respecto a lo que hace atractiva a una pareja sexual y sobre los estímulos eróticos. La educación de nuestro cerebro desde el nacimiento es la causa principal de esta variación y riqueza. El olvido del cerebro como órgano director de la sexualidad nos conduce a no entender nada en este campo en el momento presente. Si tienes que andar el camino de una sexualidad sana, positiva, evolutiva y realizadora, recuerde que un buen desarrollo de la actividad sexual y erótica requiere un encerado mental limpio. No podemos borrar las imágenes negativas del encerado si no sabemos en qué consisten. Quien lo sabe es el cerebro que lo tiene escrito en el cerebro consciente o inconsciente. Una sana y positiva educación sexual te ayudará a identificar los bloqueos sexuales. En la medida que tu cerebro es capaz de identificarlos será capaz de borrarlos de su encerado mental, de modo que le sea posible empezar de nuevo.

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