SOCIETAT

SOCIETAT Espanya multicultural

Una cosa y la otra. Entre España o Cataluña
David González Niñerola, profesor de filosofía

“Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt. 5, 9)

El diálogo es imperativo. Tenemos esta obligación moral y política para no reproducir en España el espíritu nacional que reflejó Goya en su “Duelo a garrotazos” (1820-1823). En la famosa pintura que decoraba el muro izquierdo de la “Quinta del Sordo” aparecían dos villanos enterrados hasta las rodillas batiéndose en una lucha salvaje a golpes, como si enterrarse para no poder huir de la lucha simbolizara el horror y la mala voluntad del inmovilismo acérrimo entre españoles que siempre persigue un combate a muerte hasta la aniquilación del contrario. Con vencedores y vencidos.

Sobre un escenario tan sangrante como nuestra unidad territorial todo el mundo está legitimado para defender su posición. El problema para encarar bien un diálogo eficaz es creerse en posesión de la verdad absoluta y el criterio definitivo para solucionar este conflicto. No parece una actitud realista, por lo complejo de un asunto político que se arrastra desde hace siglos en España, la polarización social absoluta de ambas posturas casi al cincuenta por ciento, y porque ningún mortal puede arrogarse poseer la “mirada de Dios” sobre la Historia. Hoy, sin embargo, cunde esta intención, sorprendentemente, entre clérigos y laicos.

Las Conferencias Episcopales española y catalana han pretendido invitarnos a una reflexión “ecuánime” -resalto entrecomillado- de varias formas, una y otra con su acento propio. La primera sale al paso del fallido Plan Ibarretxe en 2006 con una Instrucción pastoral, las “Orientaciones morales ante la situación actual de España” a partir de un episcopado dividido, y desliza la sugerencia de que lo unitario de la nación española es un bien moral a valorar. Ya aludimos en otro artículo a lo discutible del alcance magisterial de este documento (¿moral? ¿instrucción? ¿pastoral?). Buena parte de la ciudadanía catalana no se vio refrendada. La Conferencia Episcopal Tarraconense ha aportado hace poco sus propias sugerencias ante la sentencia que se hizo pública sobre el llamado “Procés” catalán, y otra buena parte de la ciudadanía española ha leído de nuevo entre sus líneas y tampoco ha gustado. Mientras unos y otros redactan exquisiteces literarias -sugiriendo más que afirmando, para que no puedan acusarles directamente de nada-, el único que parece hablar claro y con propiedad es el Papa Francisco, gusten o no sus declaraciones, porque lo hace sin sutilezas hermenéuticas y, sobre todo, dejando a quien corresponde los asuntos que le tocan. Así fue su respuesta al embajador español ante la Santa Sede, Gerardo Bugallo, el 3 de octubre de 2017: el Vaticano, como Estado, no reconoce “movimientos secesionistas o de autodeterminación que no sean resultantes de un proceso de descolonización”. En este punto se sabe que el Papa tiene en mente a los países latinoamericanos y no casos como el escocés o catalán. La propiedad de estas afirmaciones reside en que no se afirman como Papa o apelando a su autoridad religiosa, sino como Jefe de un Estado. No mezcla la fe con la unidad de España o su disolución, ni apunta a “bienes morales” sobre los que deba pronunciarse o dejar de hacerlo en un tema político que compete exclusivamente a la ciudadanía de nuestro país, y que seguramente pueda seguir un recto criterio de discernimiento sin necesidad de orientación pontifical. Gracias a Dios, que jamás abandona a su Iglesia.

No parece tan absurdo calificar este escenario como “conflicto político” cuando un pueblo se encuentra dividido por la mitad sobre su propia autopercepción identitaria. Dejando aparte la obviedad de que en una democracia consolidada todo diálogo debe hacerse en los márgenes legales, ningún hombre de buena voluntad rechazaría un encaje que satisfaga a todos, que permita la concordia y la paz social. Pero no sirve para eso cualquier actitud. Debemos evitar los falsos dogmatismos porque ni Jesús de Nazaret se ha revelado en la historia humana para garantizar la unidad de España ni para promover su disgregación. Al Credo, lo que es del Credo. Lo que sí contiene implícito su mensaje, eso desde luego, es una invitación a la palabra por encima de la espada, y un profundo amor al hombre en consonancia. Necesitamos en nuestro país, actualmente, una segunda Transición. Hombres de estado y políticos con altura de miras, y tanto valor, como los padres de la Carta Magna en 1978: el cardenal Tarancón, por ejemplo y en primer lugar, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo... Todos supieron ceder en sus lineamientos a favor de un bien común que nos ha traído la paz durante cuarenta años. Los extremismos de todo signo no pueden generar consenso como no lo hicieron entonces, y, de hecho, a aquellos no tenemos hoy nada que agradecerles. Más bien ponían palos en las ruedas. Pues seguimos igual… Qué lejos estamos de la política como “gestión de la caridad” que hace años le escuché pedir al filósofo personalista Carlos Díaz. Hasta ayer parece que sólo cabe administrar el odio para que no acabe autodestruyéndonos y, enterrados hasta las rodillas, nos arrojamos sentimientos y pasiones unos a otros sobre la arena política como si fueran argumentos de peso, cuando no lo son ni justifican nada.
Aunque estemos huérfanos de soluciones todavía, sí se ofrece alguna propuesta sugerente y constructiva por algún otro lado. Merece ser reseñada. Se puede estar de acuerdo o discrepar con el diagnóstico que efectúa Javier Pérez Royo sobre el origen del problema territorial en España, pero a veces no importa tanto saber cómo nos hemos metido en un charco que salir de él.

Pérez Royo es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla; fue invitado a participar, con la conferencia “Cataluña, España: Los porqués de un desorden constitucional” en el marco de ponencias “Diálogos sobre Cataluña” que organizó el Departamento de Derecho Público de la Universidad de Salamanca el pasado 10 de abril de 2019. Su tesis se orienta a la necesidad de una reforma constitucional que vuelva a hacer nuestra, de todos, la Carta fundacional que sostiene nuestra vida pública, y que no ha tenido más reformas que dos arreglos menores e intrascendentes que vinieron impuestos por el proceso de constitución europeo o la moneda única. Siguiendo a Lowenstein (1891-1973), filósofo y padre del constitucionalismo moderno, nuestra Constitución de 1978 habría dejado de ser “normativa” entre muchos españoles -aquel cuerpo jurídico que se experimenta como propio tanto por los titulares como por los destinatarios del poder-, para devenir en “semántica”, reducida a una legislación ineficaz y estéril que se parece más a una pseudoconstitución por el desafecto y la falta de compromiso cívico que suscita. Desde 2015, esta situación se habría agudizado hasta hacer necesaria históricamente una primera reforma de calado. Preguntado por la posibilidad de ajustar la legislación de manera que permita alguna modalidad de referéndum mediante ley orgánica, el profesor Royo prefiere vincular este instrumento de voto popular a la fórmula, ya constitucional, de que ejerza una función ratificatoria de un pacto parlamentario previo. La experiencia del Brexit nos alerta de lo ineficaz de usar una herramienta democrática que debe servir para aunar voluntades bajo el riesgo inasumible de una votación que acabe polarizada al cincuenta por ciento, y cuyo resultado, por otro lado, no podría encontrar después acomodo legal, tal y como está definido hoy día nuestro ordenamiento. Esta reforma, además, debería serlo de todos los españoles; no podría hacerse desde una bilateralidad exclusiva entre el gobierno español y cualquier otro gobierno autonómico, porque así repetiríamos nuestra historia constitucional ahondando en una asimetría que nadie puede volver a aceptar actualmente. El problema más acuciante es que exista, por parte de los diferentes independentismos, una voluntad clara y firme de acometer esta reforma -que pueda contemplar con seriedad, por ejemplo, el modelo del federalismo- o si, sencillamente, estaríamos ofreciendo pan a quien no tiene hambre. La solución y la respuesta, como afirman los verdaderos sabios, “no la sabe nadie… Pero habrá que encontrarla”. La monarquía y otras cuestiones de sólido calado tampoco pueden hurtarse al debate. Desde luego, en todo caso, no ayuda a este diálogo enterrarse más allá de las rodillas ni coger el bastón con más fuerza.

Para España, como en todas sus encrucijadas históricas, el mayor peligro vendrá por parte de los fanáticos en ambos bandos, con los que no se puede dialogar porque en el fondo de su corazón no lo desean, aunque digan lo contrario y disimulen. Les falta buena voluntad. “Por sus obras les conoceréis” (Mt. 7, 15-20). Al principio, los falsos profetas nos engañan a todos, aureolados de idealismo romántico en defensa de causas legítimas, hasta que descubren por sus acciones cuáles eran sus intenciones reales. A Unamuno lo sacaron de quicio. Al final no estaba “ni con los hunos ni con los hotros”, horrorizado por la barbarie de sublevados y republicanos al principio de la “Guerra In-civil” española. Cualquier ideología nacionalista -cualquiera- que justifique hoy la violencia en nombre de tipo alguno de “nación” es falsa porque nada puede situarse por encima del valor de la persona. Nada tiene más valor moral. Ningún “bien” político puede ser más “bueno”. Estaríamos hablando de “nazionalismos”. O asumimos esta verdad como único dogma o acabaremos otra vez a garrotazos.

SOCIETAT Espanya multicultural

Pastors i governants a l´Espanya actual
Anna Torregrosa Ruiz (València)

He llegit la Carta de l’Arquebisbe a tota la diòcesi de València, «En esta hora crucial para España ¡orad por España!». Es pregunta el prelat: «¿Qué podemos y debemos hacer los cristianos, la Iglesia, nuestra diócesis? ¿Qué necesita la Iglesia para y en este Año nuevo? ¿Qué cabe aconsejar a la Iglesia en los momentos que vivimos en este Año que acabamos de comenzar?» Estes preguntes, li les feia l’arquebisbe «a un señor muy importante de España», al qual cita en dos ocasions, encara que no ens diu qui és...

Jo soc una persona corrent, d´esquerres, no important. Però vull expressar esta aportació. És impossible trobar un govern que faça tot el que a l’Església li agradaria: que tinga la política social que l’Església voldria, que defense els valors de la religió catòlica o humans. És complicat. Hi ha etapes de la història de l’Espanya recent, com l’actual, en què la societat tria governants d’esquerra, que tal vegada desenvolupen plans socials que afavorisquen els més dèbils però que no respecten tant altres valors catòlics. Al que vaig. Al meu entendre, la primera missió dels pastors de l’Església a l’Espanya actual, no és expressar què els agrada més o menys d’un governant o d’un altre; tampoc que es note massa a quin partit votaran, perquè sempre són els partits de dreta i d’«extrema necessitat». Al meu entendre, enfront de qualsevol governant, l’Església ha de tractar de dialogar en veu alta amb el millor que li oferix cada partit, des del que pot aportar cada partit. I, com s’ha de criticar? Amb gran astúcia i intel·ligència política, situant-se en primer lloc enfront del sistema neoliberal que mata i enfront del pragmatisme regnant.

Amb el tema d’Espanya, els prelats han de tindre molt de tacte. M’agrada com ho fa en els mitjans el secretari de la CEE senyor Luis Argüello, apostant sempre per una cultura de la trobada, valorant la història compartida, i amb el diàleg en el marc de la Constitució.

Pense que, als governants actuals d’esquerra i a la societat en general, els faria bé que els pastors de l’Església, algun i alguna vegada, els reconegueren públicament les bondats que tenen, més enllà de les reiterades coses negatives.

A tots els governants ‒fins i tot als no creients‒ cal trobar-los alguna cosa bona: bona voluntat, etc., per a poder motivar a crear lleis més justes i humanes.

SOCIETAT Espanya multicultural

Tots cabem 
Reformem la Constitució sense polaritzacions destructives
Mariana Pérez Sala (València)

¿Com ser valenciana, espanyola i europea, identificada amb un pensament críticocreatiu en cadascuna d’estes pertinences?

Pense que, en el moment present, amb sentit de pertinença múltiple i sense crispacions, ens urgix a tots pensar en com reformar la Constitució sense polaritzacions destructives. Encerta el teòleg González Faus en el seu article: «Una idea de España está manejando a Vox igual que una idea de Cataluña está manejando a los CDR. Y ya comienzan a pedir sacrificios humanos». El patriotisme com a idolatria!

Personalment, tracte d’aprendre cada dia sobre la identitat pròpia, però em molesten les polaritzacions nacionalistes (espanyoles, catalanes, etc.), perquè considere que són incapaces de crear nous processos. Cal tindre instint creatiu i sobretot humilitat, per a albirar els processos nous que entre tots hem de desenvolupar, evitant el virus de la polarització.

«Quantes situacions de precarietat i sofriment se sembren per este creiximent d’enemistat entre els pobles, entre nosaltres. Sí, entre nosaltres, dins de les nostres comunitats... El virus de la polarització i l’enemistat se’ns cola en les nostres maneres de pensar, de sentir i d’actuar. No hi som immunes i hem de vetlar perquè esta actitud no cope el nostre cor» (Francesc).

Personalment, em sembla indispensable situar-me a certa distància d’afirmacions nacionalistes que sent (valencianes, espanyoles, europees), tan excessives i exclusives que podrien posar en perill una justa i raonable pertinença a cadascuna d’elles. Motive a cadascuna d’estes pertinences a eixir del tancament en si mateixes en què es troben, d’una soledat identitària i d’una crispació autoreferencial, que estan sent mortíferes per a la societat espanyola actual, en faltar-los una alteritat regeneradora, un cara a cara interrogatiu. «En el último (y triste) debate electoral, algunos participantes se llenaron la boca con el nombre de España: pero esa España eran solo ellos y los suyos. Los demás estábamos de sobra» (González Faus).

Insistisc en la posició que considere raonable: ens urgix reformar la Constitució amb un pensament crític i creatiu, no polaritzat.

Totes les constitucions dels estats membres de la Unió Europea han sigut modificades o reformades en nombroses ocasions, moltes d’elles en relació amb el procés d’integració europeu. Alemanya ha fet 62 reformes de la Constitució, i el mateix ha ocorregut amb altres països del nostre entorn europeu: França, Portugal, Bèlgica, Grècia... Espanya ha viscut amb una estabilitat enorme des del 77 fins al 2011, però ara mateix estem immersos en una situació que demana noves reformes. Hi ha un dèficit de legitimitat quan la Constitució no es reforma. La Constitució americana, paradigma del constitucionalisme escrit, ha sigut reformada 27 vegades. En els últims anys hi ha hagut a Espanya diverses protestes en este sentit, sustentades en els grans canvis socials que tenen lloc d’una generació a una altra, i en la necessitat d’adaptar la Constitució a la realitat social, que no és la mateixa actualment que a l’inici de la transició política.

Però a Espanya vivim amb una polarització que no es manifesta en altres països com en el nostre. I polaritzar és una temptació destructiva. Cal dialogar, discutir i debatre, però sense polaritzar. Hi ha polarització excessiva en molts àmbits de la societat. «I és bo... no acabar en polaritzacions ideològiques estèrils, que naixen sovint quan, considerant les idees pròpies vàlides en tots els contextos, s’arriba a adoptar una actitud de dialèctica perenne cap a qui no les compartix» (Francesc).

A Espanya ens urgix renovar la Constitució amb negociació política. Aprendre a pactar, a negociar, per a poder ratificar en referèndum... Tenim una Constitució que necessita reforma, però estem incapacitats. Estem en una situació que és la patologia, la incapacitat de renovar-se. Ningú s’oposa per principi a la reforma de la Constitució i, no obstant això..., no veem la forma. La Constitució ha de renovar-se perquè, quan una cosa no es renova, acaba produint-se una deslegitimació, i la possibilitat que se l’enduga qualsevol ventolera.

Acabe de llegir dos llibres la lectura dels quals recomane, precisament per la polarització que sobre el tema d’Espanya respiren els seus autors. En els dos hi ha una necessitat de superar polaritzacions amb creativitat crítica... Estic segur que la seua lectura no deixarà indiferent a cap lector d’esta revista. Un és el llibre de María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda negra (Siruela). L’altre llibre és Imperiofilia y el populismo nacional-católico (Lengua de trapo), de José Luis Villacañas. Dos llibres plens de frases asseveratives i rotundes més pròpies del messianisme més fal·laç, habitats pel nefast hàbit de voler portar sempre la raó. Dos llibres tancats cadascun en si mateix, i tal vegada necessitats l’u de l’altre.
Donat el devessall d’informació que s’està generant sobre el tema de les identitats i de les pertinences (Espanya, Catalunya...), es requerix una bona mescla de pensament crític i creativitat per a diferenciar el que és rellevant de l’irrellevant. Perquè puguem anar més enllà de repetir el que uns altres diuen i es puguen generar noves i valuoses idees, cal canalitzar els conflictes pels camins de la comunió, del respecte i de la consideració més gran. ¿No es pot anar més lluny en la interpretació del que cadascú és? ¿No hi ha una explicació més profunda de cadascuna de les pertinences? ¿Una raó per damunt de les altres?

La meua posició és de reserva enfront de les afirmacions que pretenen aïllar, i que no deixen lloc al diferent. Heus ací, per tant, la necessitat d’organitzar diàlegs, discussions i debats, per a una bona reforma de la Constitució adaptada als temps que ens toca viure. Diàlegs, discussions i debats per a provocar la necessitat de separar el blat de la zitzània. Diàlegs que necessiten debats que respiren un alé de fraternitat i cordialitat, comprenent amb respecte les dificultats i desafiaments que s’exposen i que en molts aspectes són comuns a les diferents identitats.
Conclusió: cal reformar la Constitució, sent conscients que en estos moments a tots ens urgix superar eixe nociu esperit polaritzador, inquisidor i humiliant amb què s’han enfrontat per llargs segles els problemes i conflictes en la societat espanyola. Cal obrir el procés de reforma de la Constitució, amb una sola visió: tots cabem.


NOTA DE LA REDACCIÓ DE CRESOL

El tema Catalunya-Espanya sobre el qual s'escriu en esta secció ha adquirit un relleu particular en els últims temps, no sols en l'àmbit social sinó també en l'eclesial. Apreciem la disposició dels diferents autors a expressar les seues opinions per a proposar i exposar allò que pensen. Manifestem comprensió cap a l'exposat, però no identificació absoluta. Per part nostra, evitem caure en posicions salvatges, i alhora en coincidències fàcils. El nostre interés està en el diàleg, en la reflexió i en la veritat. I el nostre enfocament és abans de res pastoral, dialogant amb tots, amb la paciència i l'esforç de la racionalitat plena; enfront de determinats discursos esencialistas que no donen compte de la totalitat de la realitat.

SOCIETAT Espanya multicultural

Canvis
Vicent Artur Moreno (València, 1962). És doctor en Comunicació Audiovisual, llicenciat en Arqueologia, Història de l’Art i Periodisme.

Cal anar a la Grècia de les tragèdies. Allí ens ensenyen molt aquelles dones i aquells hòmens. Antígona és una obra de Sòfocles. És la història d’una princesa que es nega a admetre que hi ha vencedors i vençuts després de la guerra fratricida entre els seus germans. Segons que avança el relat, els vencedors s’han d’honorar i s’ha d’esborrar per complet la memòria dels vençuts, que no són més que traïdors. Però Antígona afirma que cal obeir primer altres lleis no escrites. Ella sola –una dona en una cultura hipermasclista– obri un nou debat sobre la dissidència ètica i social. Un crac, el Sòfocles, i un model, l’Antígona... I un exemple per als nostres polítics, que crec que no ens els mereixem...

«Qui ja ho sap tot que no vinga a escoltar-me, que no vinga a escoltar-me». Això ho cantava –ho cridava– Raimon cap a 1974 a l’Olímpia de París, entre altres llocs. A París, perquè per les Espanyes ho tenia prohibit. Benvinguts i benvingudes a un territori llefiscós, esvarós, incòmode, antipàtic, relliscós... Benvinguts al món de la Constitució, de la Transició «exemplar», del franquisme sociològic, de les identitats menystingudes, de les nacions espanyoles, de les regions «bien entendidas», de les «unitats de destí en l’universl», de Catalunya, del País Valencià, de les Illes Balears, de les persones, de les indissolubilitats químiques i físiques, de les pàtries, dels països, dels estats... Poseu tot això dins d’un robot de cuina política i... voilà!, en deu minuts tindreu un sidral de dimensions còsmiques que ja ha costat presos polítics, exiliats, ciutadans criminalitzats, ulls perduts, luxacions de tota classe i sobretot una pèrdua terrible de credibilitat en la idea que semblava que tots havíem mamat de menuts: la Democràcia, així, en majúscules. Perquè Europa ja ha bonegat els tribunals espanyols... (en alcoià, bonegar és marmolar, renyar...) i els ha exigit l’alliberament immediat de gent que no hauria d’haver ingressat mai a la presó.

Perquè Jesús Belda em demana un article. Però no un article qualsevol... No, no: un escrit amb cara i ulls, compromés, argumentat, fàcil de llegir, atractiu en el missatge, però imparcial. Ponderat, objectiu. Sobre un tema important, tabú per a molts. Apareixeran en l’article els conceptes «Constitució, Transició, Federalisme, diàleg, convivència, referèndums, llibertat, dignitat, dret a decidir, autodeterminació, democràcia»...
Oblidem els títols acadèmics. En les qüestions de la víscera i l’emoció no valen per a molt. Escriuré com a ciutadà lliure. «No et signifiques», em deia la meua àvia quan a escola jo havia organitzat algun festival. «No et signifiques, no destaques en res, no alces la mà, no causes problemes, no preguntes, no reivindiques, no qüestiones...» Així mai no tindràs problemes. Però et quedaràs sense la festa de Sant Esteve, el nostre segon dia de Nadal. I en cada bugada, anem perdent llençols. Perquè en les societats democràtiques, les coses canvien. Canvien per consens, per pressió, per desobediència civil no violenta... Recordeu la «mili»? A mi van estar a punt de posar-me a la presó per «insubmís», per «traïdor»... Perquè no volia fer allò que la llei indicava... I com això, tot. Com a societat occidental que té tendència al bé comú, a la justícia social, hem anat canviant coses aparentment immutables: l’esclavatge, el dret a seure en un autobús negres, grocs i blancs, els drets civils, els drets de les dones, el divorci, la planificació familiar, el respecte cap a la lliure opció sexual, votar... I hem anat erradicant prejudicis, estigmes... Xenofòbies, homofòbies... Ho hem anat superant tot. Bé... no tots.

«Volem el pa, no només les molles...», deia un alcoià il·lustre: l’Ovidi. Ho volem tot. Volem la llibertat, fins i tot d’equivocar-nos, de decidir el nostre futur. Perquè som ciutadans de primera, som gent de pau i no volem cridar. Però allò que ens sembla injust sí que podem denunciar-ho. Connectar-nos civilment per a poder millorar el sistema. Per a, fins i tot, poder modificar-lo. Això és una acció social, associativa, conscient, cívica, responsable, solidària.

Hi ha una obra de teatre que es diu Sòcrates, judici i mort d’un ciutadà. Sòcrates és Josep Maria Pou i comença així la representació tot mirant el públic: «Em dic Sòcrates, i he estat jutjat i condemnat a mort per la mateixa democràcia en què crec… O creia, car que moltes vegades és violada, sufocada, pertorbada, ofegada, aniquilada i pervertida pels seus actors, els demòcrates. Aquells que diuen que la defensen. Però no: només se n’aprofiten». Són paraules que posa l’autor (Mario Gas) en boca de Sòcrates en l’any 399 aC. En les mil·lèsimes de segon que el text tarda a viatjar des de l’escenari fins a la quarta fila del pati de butaques, han traspassat 2500 anys i són tan jóvens, colpidores, justes i actuals com llavors…

«Escriu alguna cosa que parle de les autonomies a l’estat federal», em diu Jesús. Perquè Jesús Belda es mulla, és un home compromés amb la realitat social que l’envolta. Un home exemplar perquè ell és proa d’un projecte que pretén tornar la dignitat a hòmens i dones que han estat expulsats de les seues cases per la misèria, per la injustícia, pels abusos polítics... Ell també és un perillós bon home revolucionari que es posa al costat del feble, del vulnerable, del que no té la seguretat de res ni de ningú. I Cresol és una revista que vol ser bàlsam, lubricant, greix proteic, fàbrica de vitamines i nutrients. Vol construir ponts entre les persones. Trobar mans solidàries i empàtiques. No vol ser un còctel Molotov de paper que es llança gratuïtament al cap d’aquells que no pensen com jo. Ni un pamflet incendiari on hi ha demagògia i crispació. Nosaltres som franciscans: «On hi haja violència, jo hi pose pau». Per això este escrit és una reflexió en lletra alta (llegiu veu alta). Una proposta d’un ciutadà que ja ha pres la seua decisió. Com a ser humà amb tots els drets que marca la Declaració Universal dels Drets Humans, contínuament revisats a l’alça.

En primer lloc vull proposar-vos una pregunta: Tinc la malaltia de Dunning-Kruger? És una síndrome molt divertida. És un biaix cognitiu perfectament diagnosticat. Esta síndrome o efecte explica com els individus amb escassos coneiximents, baix nivell formatiu o nul·la habilitat, siga general o en un tema concret, demostren en les converses nivells de superioritat respecte a la resta d’interlocutors. Es pensen que ho saben tot. I pontifiquen. I creen opinió pública, perquè la gent se’n refia. I manipulen, perquè poden ser molt hàbils dialècticament. Són els típics que li diuen al metge quina medicina els ha de receptar. O que ells coneixen un sistema infal·lible per a enganyar Hisenda..., i acabes per pagar una multa major que la quantitat que has intentat amagar. O els contertulis d’alguns mitjans de comunicació que gosen d’opinar sobre qualsevol cosa, com si ho feren al taulell d’un bar.

Estem intoxicats. No tenim una bona dieta mediàtica en general. Perquè, bàsicament, la que consumim genera crispació, desinformació, parcialitat: «A por ellos», «Sois grandes»... Això deien alguns ciutadans espanyols quan tornaven els policies de Catalunya d’atonyinar persones amb una papereta a la mà. No ho havien fet quan els soldats tornaven d’Iraq. Una certa catalanofòbia sí que s’ha induït. Un prejudici més. Perquè és un tema molt delicat, un tema transcendent. Fer estructures d’estat no és trair res ni a ningú. És establir sistemes de gestió dels recursos propis. I un estat autònom no separa res, perquè en un món globalitzat tots tenim el dret de moure’ns on vulguem.

L’únic que passa és que l’estat-matriu no rebrà tots els diners que generem una part dels ciutadans. Potser ací rau el quid del problema. Peles que necessita l’estat d’una pedrera inacabable aparentment: la Mediterrània ibèrica. Perquè no només el sobiranisme proposa la creació d’estructures d’estat per a administrar-se la societat catalana. A la llarga el que proposa és un nou projecte d’estat que segurament afavorirà les accions de govern futures. Una olla de grills, ara mateix el sobiranisme, tot siga dit de pas.

Però dins d’aquell caos alguns proposen una evolució natural de la famosa Constitució, una fase més: per a alguns, significa «federalisme». Com als länder alemanys o les regions suïsses o belgues. O amb el cas del Canadà. Per a uns altres, l’arquitectura constitucional va aniquilar qualsevol possibilitat d’articular una Espanya federal. Perquè no va més enllà de «les autonomies», que és «café per a tothom». I uns altres, tiren pel dret: volen senzillament una independència de l’estat-matriu. I això no és un crim. És una proposta. I en un sistema democràtic, això senzillament es vota. Que és el que es volia fer amb el famós Referèndum: votar si es volia continuar lligat a l’estat espanyol o no. Votar. L’exercici primordial de la democràcia. Autodeterminació. Dret a decidir. D’acord amb l’estat-matriu o no. Unilateralitat o simetria «pactual». Perquè no som ni esclaus, ni vassalls, ni súbdits. Som ciutadans i ciutadanes de primera. I arriben els cossos de repressió i entren als col·legis electorals de la manera més inhumana i impresentable. I queda fatal davant d’una Europa que observa perplexa els fets. Una vergonya per a la professió. Agredint, trencant tots els protocols. I vidres i portes. I més coses. I que amaguen molts mitjans de comunicació. I d’una manera cívica, després, la resposta. Aquells ciutadans es manifesten per desenes de milers en uns aplecs de civisme exemplar. Com s’havia fet anys enrere. I uns quants miren de rebentar tota la trajectòria de reunions massives pacífiques. Molts de nosaltres no sabíem ni què era la desobediència pacífica.

I, si el govern espanyol no hi estava d’acord, el mínim que podia fer era recordar aquell Estatut que fa deu anys va rebutjar quan havia eixit consensuat pel Parlament de Catalunya. I fer una taula de negociacions per tal d’arribar a acords. Parlar. Dialogar. Per tal de mantenir l’esperit i l’essència de la Democràcia. Com a estat democràtic no ens podem permetre el luxe de tenir presos polítics electes, polítics exiliats triats pel poble. Perquè el poble espanyol som tots i totes les idees dialogades han de ser escoltades i respectades. Perquè vulguen o no vulguen alguns, Catalunya és una nació. Sí. I això no convertix a ningú en pitjor o millor. Senzillament. Perquè alguns han confós la paraula «seducció» amb «sedició». Perquè la «sedició» només apareix en els corpus jurídics militars. I nosaltres som una societat civil. Perquè potser en la negociació guanyàvem tots. En drets socials, en llibertats i en convivència. No hi ha insolidaritat. Hi ha cansament. Hi ha «Espanyes productives» i «Espanyes extractives». I el Felip V..., perdó, el Felip VI –fent gala d’una empatia i imparcialitat exemplar– ens va fotre un bonegó impressionant als «insolidaris» independentistes per traïdors i subversors de l’ordre. Si fora intel·ligent ens hauria proporcionat una taula per a parlar amb un poder que havia declarat anys enrere: «Sense violència es pot parlar de tot». La seua funció mediadora hauria justificat el sou que li paguem. ¿On són els seus assessors? Per cert: només sabem d’ell que és fill de son pare, i a son pare el nomenà el senyor aquell baixet que es deia Franco. Atado y bien atado...

En segon lloc vull transmetre-vos una idea perquè l’acaroneu i la tingueu en compte després d’haver llegit tot l’article. Sabeu que en algunes cultures africanes el concepte del «no» no existix? Ni el concepte ni la paraula. «No» no existix. Imagineu les perspectives que s’obririen en qualsevol acció política si això es fera efectiu ací. Perquè en alguns casos, en estos quatre o cinc anys, la política s’ha judicialitzat i ha acabat entre reixes. I ara els tribunals europeus estan posant en evidència pràctiques jurídiques esperpèntiques pròpies d’una societat bananera, autoritària i molt poc democràtica. No entrem en fets estrafolaris, patètics i obscens que donarien lloc a un guió de Torrente, el personatge del Segura. Que ens farien entrar en les famoses clavegueres de l’estat. Perquè als presos polítics que ara mateix estan en presó no els tornaran els dos anys que han estat injustament tancats. Patètic i vergonyant. Alguns, activistes civils, culturals. Alguns d’ells, activistes en moviments internacionals per la no-violència i resolució pacífica de conflictes armats. Surrealista.

Perquè estem vivint moments històrics excepcionals. Absolutament excepcionals. I nosaltres en som els protagonistes. Bé perquè en som actors i actrius principals. Bé perquè en som espectadors. O bé perquè ja ens va bé assistir al moment estel·lar d’un canvi de paradigma. El món es mou. Però en global. Matt Ridley escriu en The Rational Optimist: «l’intercanvi és a l’evolució cultural allò que el sexe és a l’evolució biològica». Senyores i senyors lectors: les idees tenen sexe les unes amb les altres, i això explica la increïble evolució cultural. La promiscuïtat d’idees és francament positiva.

Perquè –i ara entrem al moll de l’os– cal integrar el «Procés» dins dels moviments globals que demostren un descontentament general cap al poder convencional. Perquè és un problema polític, no criminal. Cosa que han amagat personatges que han viscut del poder molts anys. Un poder corrupte, instal·lat en el seu vòmit, en la seua àrea de confort. Quatre anys tu, quatre anys jo... La Banca guanya, amics meus.

Recordeu la primavera valenciana? Recordeu el 15-M? Era un poble en moviment. Un estrat civil que no sabia com moure’s perquè no coneixia els ressorts de la política convencional. Transversal, interclassista... Algunes d’aquelles manifestacions de descontentament van acabar amb porres i molta por. ¿Recordeu aquella famosa foto on un Robocop arraconava una jove manifestant? Era la impotència davant del poder, del poder convencional, que tenia tota la força de les armes, de la coacció, dels jutges... Era un dels primers símptomes que la societat volia canvis, profunds... Perquè des de fa uns anys l’Estat Espanyol ha experimentat un clar retrocés en les llibertats col·lectives, democràtiques, en la llibertat d’expressió, de manifestació i de reunió.

I ara ampliem el focus. No cal ser un linx ibèric per comprovar que al món creixen les protestes perquè la percepció del ciutadà davant dels abusos del poder és crítica. Són focs civils, és la societat civil que demana plataformes, bases per a poder canviar alguna cosa: a l’Equador, a Colòmbia, a Xile, a Bolívia, a Haití, França, Catalunya, Algèria, Guinea, Sudan, Hongria, Líban, Iraq, Iran, Caixmir, Hong Kong, Rússia... Són protestes locals, però la revolta dels pobles és global. Perquè el món ha canviat i nosaltres també. La Constitució s’ha quedat obsoleta i la Transició va ser una autèntica trampa, perquè va ser una cura d’emergència, provisional, de mínims... Una reunió de prohoms que havien de demanar permís a cada acord a un grup de militars reunits a la sala del costat. Literalment. La Constitució segrestada per la cúpula militar hereva del franquisme més ortodox... D’això se’n diu coacció. Paradoxalment, els que van votar en contra de la Constitució són els que ara la defensen. Perquè són ells els immobilistes, els que tenen por dels canvis... Perquè consideren la Constitució un llibre revelat per la divinitat, immutable... Les Constitucions es canvien, perquè canvien les circumstàncies, les estructures, les persones, les situacions. Tot el moll de l’os el trobem en l’article VIII de la Carta de 1978, que definix l’organització territorial de l’estat i que va deixar en paper mullat el reconeiximent de les nacions que integren l’estat espanyol. Negar la plurinacionalitat era donar preeminència a Castella, senzillament. I això venia de lluny.

El món ha canviat. Nosaltres hem canviat. I hem fet reformes a les nostres cases; hem canviat els lavabos, hem posat dutxes en compte de banyera, hem eliminat els bidets (o no, perquè a mi em feia paper...). I nosaltres hem perdut cabell, ja no sabem driblar com abans, ni tenim el tremp dels vint anys... Necessitem ensenyar democràcia a les escoles, valors democràtics, diàleg, comunicació. Respecte. I necessitem fer pedagogia, perquè aquell món en blanc i negre ha esdevingut en 3D, en realitat virtual. Algú s’ha apropiat el nom geogràfic d’Espanya. Perquè ací viuen quatre realitats culturals diferents –amb tots els matisos que vulgueu– i totes són patrimoni de tots i de totes. Necessitem polítics pedagogs. Necessitem persones que expliquen d’una manera didàctica que l’«aporellos» és una modernització d’«alafoguera». No hi ha enemics. Hi ha ciutadans. I solars on conviure. Físics, emotius i virtuals. I que no podem construir societats atemorides per la porra i la bala de goma. Ens calen escoles on els mestres parlen de valors democràtics, de cultures compartides... És tan fort el tema que la sèrie produïda per Morgan Freeman Senyora Secretària ha dedicat un capítol al Procés. I el govern central no queda massa ben parat en el guió.

El següent pas és el federalisme, perquè la Constitució va ser el producte d’una Transició. Segons alguns, la Transició és una mena de miracle teològic on, segons ens recordava Torcuato Fernández Miranda, es tractava d’anar de la llei a la llei passant per la llei. És a dir: una frase surrealista digna del millor guió dels germans Marx. De Franco al següent. I de pas, «blanquejar» psicòpates, torturadors, feixistes... Però seguint este sofisma, els «filòsofs» sobiranistes proposaven anar de l’autonomia a la independència d’una manera legal i ordenada. De la llei a la llei. Perquè la Constitució ho contemplava, perquè ella mateixa tenia mecanismes per a ser «modificada» i arribar al punt proposat. De la llei a la llei, passant per la llei. Passant per les urnes, pel mandat dels ciutadans, que a poc a poc construïen un Parlament on l’opció sobiranista era més de la meitat. Gràcies en part a l’actitud del govern central. Legalment, perfecte.

Ho reconec. No he estat mai de catecisme, ni de dogmes, ni de «valors de destí en l’universal». Imagineu que teniu un retrovisor i que el nostre article és un automòbil d’alta gamma. Mireu a través d’ell: no sabem si hem passat ja la cruïlla, la bifurcació de camins o no, però percebem allà lluny el franquisme, aquell llast en què vam viure una involució bestial, al marge de la resta d’Europa. I que no vam participar en la II Guerra Mundial perquè el senyor Franco exigia a Hitler equipar el seu maldestre exèrcit que no tenia ni armes ni res. L’entrada d’Espanya en la segona fase de la II Guerra Mundial li eixia massa car al nazi. Abans, hi havia hagut una època –segons conta el mite– on es van fer grans coses: escoles, biblioteques, votacions universals... enmig de la convulsa Europa de la Revolució Industrial, dels canvis, dels incendis a esglésies, dels assassinats indiscriminats, de les guerres sense justificació, de les pèrdues de territoris que algú va pair molt malament...

La història demostra que les fronteres no són línies fixes creades per revelacions divines. Al llarg dels dos darrers segles, el mapa d’Europa ha vist morir imperis i nàixer nous estats. Els veieu pel retrovisor? Estònia, Irlanda, Polònia, Finlàndia, Lituània, Noruega, Albània, Txecoslovàquia, Letònia, Islàndia, Malta, Croàcia, Ucraïna, Moldàvia, Rússia... Tots els canvis, fills d’acords o hereus de conflictes previs. Amb el vistiplau dels antics estats-matriu (o imperis-matriu) o sense. Amb violència o sense. L’estat espanyol fa cent cinquanta anys vivia un moment històric també: veia com els territoris d’ultramar se «separaven» de la metròpoli. Així, la sublimació d’aquelles amputacions traumàtiques crearen el mite d’una «mare pàtria indissoluble». Era l’únic que els quedava. Indissoluble i eterna; un ens creat per revelació divina, indestructible, immutable. Un dogma indiscutible. Des d’aquell moment la idea superior a tot era «Espanya». Tot era vàlid si allò que es posava en dubte era «Espanya». I ara apareixen «morts polítics» que recorden les presències ectoplasmàtiques del film El Sisé Sentit.

I encara que la paraula «liberal» es creà en la Constitució de Cadis de 1812 (segurament la més progressista d’aquell moment), aquell mot –liberal– va ser percebut després com a estranger, traïdor, perillós i –paradoxalment– poc «espanyol». Oblidem el desastre devastador per a nosaltres de la Guerra de Successió. Per a molts historiadors, la primera Guerra Mundial moderna. On precisament van fulminar la nostra Constitució, el nostre full de ruta permanentment revisat i adaptat: els Furs. El segle XIX navegà entre guerres civils que enfrontaven tots contra tots: bàsicament, conservadors contra liberals. I enmig, un oceà de matisos. I cavalls, bigots i espases entrant a Parlaments de la señorita Pepis. Mentrestant, unes classes privilegiades encapçalades per monarquies corruptes controlaven un Parlament tan corrupte com aquelles i controlat per l’exèrcit. Mentrestant, a Catalunya es mirava amb interés la unificació italiana, la lluita independentista irlandesa amb el seu líder, Charles Parnell, o Bohèmia amb líders polítics tan coneguts i carismàtics com els músics Dvořák o Smetana. Perquè ací les Repúbliques de les Espanyes fracassaven i tornàvem a l’Antic Règim –els Borbons–, les eleccions on els electors eren només els rics (sense dones ni pobres, puaj!, quin fàstic!, i que ordinaris!) i creaven el bipartidisme entre liberals i conservadors... Església, militars, jutges... I poca Il·lustració, poca ciència, poca consciència democràtica, poca educació, poques biblioteques... En el Memorial de Greuges de 1885 Valentí Almirall ja proposa una idea molt moderna perquè s’inspirava en el model austrohongarés de monarquia dual, on es reconeixien els drets nacionals dels hongaresos. Era el principi del federalisme.

Oblideu ja el retrovisor. Mirem avant: la primera pregunta és: ¿és la societat espanyola profundament i conscientment democràtica? ¿És la Constitució un full de ruta de mínims o de màxims? ¿Per què no es pot revisar, actualitzar, mirar d’encaixar les nacions històriques que conformen l’estat espanyol? Perquè segons que estem observant, cada vegada que l’autoritarisme del govern central augmenta, creix el nombre de descontents... ¿Volen afusellar-nos a tots? ¿Hi ha algú disposat a immolar-se en l’altre bàndol?

Oriol Junqueras va ser professor meu. Un honor. Ens ensenyava fa uns vint-i-cinc anys com explicar les Humanitats a través dels mitjans de comunicació. I allò em va marcar. Situaria l’Oriol entre aquells que Sant Vicent definia com a «bona gent». Una persona excel·lent i
un comunicador meravellós de la història. Un mestre. Me l’estime i l’admire molt. Un model per a mi. Supose que per això no aniré a la garjola, per còmplice... de voler una societat millor, més justa, més respectuosa i dialogant. Lluny, doncs, del concepte de «criminal» amb què alguns s’han atrevit a definir-lo. Un humanista d’arrels profundament franciscanes, pacifista, deixeble de Lluís Maria Xirinacs, un respectat activista de la no-violència.

«Parlem-ne», deien els nostres Jurats en les nostres Repúbliques urbanes medievals. Elionor de Castella li va retraure al seu home, el rei Alfons el Benigne, la manera en què els Jurats se li dirigien. Elionor li va dir que ella no consentiria que un «inferior» la tractés amb eixa arrogància. Però no era arrogància. Era bilateralitat. D’igual a igual. D’Alfons és la frase: «Reina... el nostre poble és franc e no és així subjugat com lo és lo poble de Castella, car ells tenen a Nos com a Senyor e Nos a ells com a bons vassalls e companyons».

Estimats lectors i lectores. Ni tinc autoritat ni prestigi ni potestas per a ser escoltat ni llegit. Però sí que podem reflexionar junts. Perquè l’opció sobiranista és una opció política, una ideologia. I, si els partits que la defensen són legals, no poden ser il·legals els objectius. No són criminals, ni estan fora de la llei. Perquè no hi ha dogmes, ni axiomes, ni categories immutables. Hi ha factors humans. «Parlant, la gent s’entén», deia la meua àvia. Perquè en les societats democràtiques desapareixen les prohibicions i apareixen les opcions. I hem de créixer en democràcia, en respecte, en convivència i en solidaritat. Perquè som Europa. Som el món. I el món no s’acaba: canvia amb l’ajuda de totes i de tots. I tenim la sort de ser-ne els protagonistes. Fer un món millor, més just, més solidari.

Share by: