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“La clave para repensar el progreso económico...”
ENTREVISTA D. LUIS ARGÜELLO PORTAVOZ SECRETARIO GENERAL DE LA C.E.E.

Dialogamos con D. Luis Argüello, portavoz secretario general de la CEE y obispo auxiliar de la archidiócesis de Valladolid, sobre el momento actual de la Iglesia.

- D. Luis, aunque hemos de ser prudentes, tal vez se pueda decir que hemos superado la epidemia del virus. ¿Qué podemos hacer “para repensar el concepto de progreso económico” al que usted se refiere frecuentemente?

La cuestión decisiva es el concepto mismo de progreso en transformación desde el siglo XVIII. El Reino de Dios se transforma en el reino del hombre y la gracia es sustituida por la cultura. Razón y libertad son el centro de la idea de progreso en un principio; posteriormente la razón se reduce a ser solo instrumental y la libertad a poder. La ciencia y la tecnología, al servicio del poder individual y social, van proponiendo un progreso medido en categorías económicas, de bienestar y de fiesta. Para repensar el progreso es necesario proponer la esperanza y el sentido o dirección de nuestro caminar en la historia. Recomiendo releer los números 16 a 23 de la Carta Encíclica Spes Salvi de Benedicto XVI. La esperanza en la vida eterna y en la plena realización del Reino de Dios resitúa el progreso en la búsqueda de la plenitud de lo humano, en definitiva, de la santidad. Francisco une desarrollo humano integral, clamor de lo pobres y clamor de la tierra con la santidad. Recomiendo releer Laudato si y Gaudete et exultate. Ecología integral y santidad son las dos claves para repensar el progreso económico. La pandemia que ha golpeado a la economía, el bienestar y la fiesta ofrece una oportunidad para esta reflexión.

- Nuestro mundo es más débil y caótico, que el de hace unos cuantos meses. ¿Qué invitaciones podemos lanzar a los más jóvenes?
Cada generación tiene que responder a los desafíos de su tiempo, ejercitando el coloquio permanente entre fidelidad al don recibido y la novedad de cada época. Quizá no tengamos otra propuesta que hacer que invitar al discernimiento para descubrir las llamadas que la realidad y el rostro del otro provocan. Ilumina, en la búsqueda de respuestas, la acogida de la fraternidad como don y proyecto que hace posible que el coloquio entre libertad e igualdad no se viva solo en una dialéctica de contrarios. La fraternidad hace descubrir la importancia del deber y cuestiona “el derecho a tener derechos” que se ofrece a los jóvenes como señuelo manipulador, especialmente en tiempos populistas y emotivistas.

Esta propuesta precisa un ambiente de acompañamiento y escucha de los latidos más profundos del corazón de cada joven para poder realizar el anuncio que redime y entusiasma. Quizás hayamos de perder el miedo a proponer el Ideal encarnado en Cristo. Claro que para ello los adultos hemos de acompañar la propuesta con nuestra propia vida personal, comunitaria y de compromiso vocacional en el mundo.

- El modelo de política que se está haciendo es demasiado parcial y asistencialista. ¿Qué propone la doctrina social de la Iglesia?

La falta de esperanza conduce a asumir que no es posible una economía justa que permita el desarrollo integral de personas y familias. El asistencialismo es fruta madura, por compasión o por prevención de conflictos sociales. La Doctrina social de la Iglesia se articula desde dos puntos focales: la dignidad de la persona y el bien común. La dignidad “sagrada” pide promoción y protagonismo social, de ahí el principio de subsidiariedad; el bien común, que lo es de todos y de cada uno, pide justicia y solidaridad. Afirma el destino universal de los bienes para que sea posible “el techo y la tierra” que fruto del trabajo, permiten el desarrollo humano integral. Esta propuesta doctrinal es estéril si no hay un pueblo formado por personas virtuosas (que encarnen y testimonien el bien) que la haga suya. Por eso promover la vocación laical, vivida de manera asociada en familia de familias, es hoy una propuesta pastoral de primera importancia. Es imprescindible dar forma al corazón en la caridad política para que cada persona y familia en los ambientes e instituciones de los que forme parte, o que sea capaz de generar, ofrezca el amor nuevo del que es depositaria la Iglesia en el mundo.


- ¿Nos explica brevemente el por qué de un "salario familiar" junto al ingreso mínimo vital?

Se trata de una propuesta que desborda la del Ingreso Mínimo Vital, es diferente. En breves palabras, la reflexión sobre el salario familiar tiene en cuenta la distinción entre empleo y trabajo; también la emergente “sociedad de los cuidados” como propuesta de renovación del Estado del bienestar. Todo ello en medio de la revolución tecnológica y las crisis económicas que piden reconstruir la economía en la vida social desde la intervención del Estado, el Mercado y el Don.

¿Quién acoge, cuida y educa a nuevos hijos en el invierno demográfico? ¿Quién se hace cargo de la fragilidad, la enfermedad y la ancianidad con una esperanza de vida creciente? ¿Cómo desarrollar las cualidades y capacidades a favor del propio desarrollo y del bien común si no hay empleos o éstos son precarios? Todos estamos llamados a la actividad humana que cuida y transforma, pero no hay empleo para todos. El salario familiar (suma al salario recibido por el miembro de la familia que tenga empleo) ha de hacer posible el crecimiento de los cuidados y de actividades creativas con la incorporación del don, trabajo gratuito que, desde el afecto y la generosidad, da una perspectiva nueva a los cuidados. Es evidente que este modelo pide una valoración de la familia y de la vida y una concepción de la persona no reducida a mero individuo autónomo. Supone también un replanteamiento de la conciliación familiar y laboral desde el diálogo de los propios esposos y un renovado valor de la paternidad-maternidad. Cuando Juan Pablo II en Laborem exercens afirma la prioridad del trabajo sobre el capital, propone el salario familiar como instrumento adecuado para superar una economía, pero también una antropología, materialista y economicista.


- En la cultura del descarte, fatalmente, ¿los sin techo han de seguir siendo sin techo?

Una de las cosas que la pandemia, con el confinamiento, ha aportado ha sido poner de manifiesto problemas existentes y, en parte ocultos u ocultados, como el de personas sin hogar ni techo. Era difícil decir, “quédate en casa” a quien no tenía donde reclinar la cabeza. La acogida que se ha realizado ha sido una de las experiencias más valiosas de estos meses; al devolverlos a la calle el descarte es aun más sangrante. La atención a estas personas, en estas semanas más cercana e integral, ha puesto de manifiesto las deficiencias de nuestros servicios sociales que atienden de manera fragmentaria y funcional a personas que en muchos casos tiene una gran dificultad para organizar su vida. Una vez más resuena el lema de Francisco: “Tierra, techo y trabajo” para un desarrollo humano integral.


- Desde la óptica de la filosofía y el pensamiento crítico, frente al utilitarismo dominante, ¿qué concepciones son las que necesitamos?

El utilitarismo supone una manera de relacionar los fines y los medios, en la que un fin bueno puede justificar medios inmorales, o bien, medios buenos sean manipulados para conseguir fines interesados o inmorales. Precisamos cultivar personas virtuosas que, en su fragilidad, encarnen los valores que abanderan. Eso supone recuperar la vinculación entre verdad y bien para discernir los valores dominantes y cultivar una educación en la virtud que, desde la perspectiva cristiana supone recrear el coloquio entre la libertad y la gracia para testimoniar una propuesta de vida buena en medio de un ambiente cultural extraño. Romper el relativismo autorreferencial dominante no es fácil, pues, de alguna manera, a todos nos atrapa. Por eso es también importante el cultivo de una espiritualidad y vida contemplativa para poder romper el círculo vicioso de la desesperanza y el utilitarismo.


- ¿Tendríamos que vacunarnos todos contra el veneno mental que nos divide en culturas nacionales, razas, grupos de edad y clases sociales en mutua competencia?

En realidad ese veneno es lo que en la tradición católica llamamos pecado original, esa herida inicial que transforma la capacidad de adoración del corazón humano y la revierte sobre sí, en formas individuales y colectivas. También convierte el deseo en energía de apropiación y dominación. La vacuna es acoger la redención y ponerla en práctica en gestos de reconciliación y encuentro. Precisamos superar la dialéctica de contrarios para acoger, escuchar y buscar en el bien común el punto superador de los contrarios. La comunidad cristiana habrá de ser hogar y escuela donde acoger y ensayar el encuentro y el diálogo. Este servicio eclesial es especialmente importante cuando el enfrentamiento se ha elevado a categoría para afirmar la propia identidad. El yo reforzado dota de una falsa identidad que siempre reclama más desde las carencias del proyecto autorreferencial. La identidad de personas constitutivamente relacionales se descubre en el encuentro y el diálogo, que pide empatía afectiva, pero, sobre todo, racionalidad.


- ¿Hacia dónde se orienta dirige, en España, en los próximos meses, la acción eclesial colectiva?

A situarse en este nuevo tiempo, por primera vez en siglos, como minoría cultural y sin poner expectativas en su alianza con el poder. La acción eclesial ha de ayudar a testimoniar como pueblo la alegría del evangelio y ser signo e instrumento de fraternidad en medio de sociedades desvinculadas que tienen dificultades para encontrar criterios y referencias para organizar la convivencia. El desafío de la evangelización y la transmisión de la fe es de primera magnitud. La primacía de la gracia, encarnada en familia de familias que acompañan y son hospital de campaña en una sociedad con muchas heridas y que hoy se sabe vulnerable. La Iglesia esta llamada a acompañar el camino histórico ofreciendo misericordia, alegría y esperanza.

La acción eclesial ha de ayudar a testimoniar como pueblo la alegría del evangelio y ser signo e instrumento de fraternidad en medio de sociedades desvinculadas.


- El papa Francisco advirtió de que todo el sufrimiento causado por el coronavirus no habrá servido de nada si no se construye "una sociedad más justa" y "más equitativa". ¿Por qué futuro nos invita a trabajar?

Por la orientación marcada en su pontificado: experiencia de la misericordia que genera alegría y salida misionera para anunciar el kerigma y su dimensión social en el desarrollo humano integral de la familia humana y de la casa común que habita. El sufrimiento leído desde la Cruz abre puertas del corazón, conmueve las entrañas e invita al don de la vida. Sin esa clave redentora el sufrimiento puede endurecer y replegar el corazón en la búsqueda del propio interés.


- La mitad de las víctimas del covid-19, han sido personas fallecidas en residencias de mayores en circunstancias penosas, horribles en algunos casos, sin ayuda médica y de profesionales sanitarios, en la más absoluta soledad y sin la compañía y el abrazo de sus seres queridos. ¿Cómo habría que transformar la realidad de las residencias de mayores?

La dramática situación descrita en la pregunta interpela a todos. A las familias que llevan a sus seres queridos a residencias, ¿cuáles son las motivaciones? ¿qué situaciones laborales, de organización de la economía, de la vivienda, están detrás de esas decisiones? A las administraciones públicas, sobre la regulación y vigilancia de las residencias y a las propias instituciones de acogida sobre su funcionamiento, intereses económicos, formación del personal. Las residencias, no son hospitales, pero cada vez hay más personas en ellas que necesitan una intensa asistencia sanitaria. Es un asunto que interpela a las administraciones públicas (Estado), a las residencias (Mercado) y a las familias (Don). Es un punto crítico para la transformación del Estado del Bienestar en Sociedad de cuidados pues afecta a tres pilares del bienestar, servicios sociales, sanidad y pensiones.
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