CULTURA

CULTURA Cinema

¿Hay un cine “católico”?

José Luis Barrera Calahorro

Supongo que el lector después de haber leído el presente ejemplar de esta revista CRESOL dedicado a “lo católico” podría preguntarse si hay también un cine católico, como puede decirse de la prensa, la radio, y otros medios de comunicación. Creo que es una cuestión algo ardua de indagar y también difícil contestar. Todo depende desde luego de lo que entendamos por “católico”. Si pensamos que una película es católica por el hecho de que en sus contenidos todo se atiene a la doctrina oficial y ortodoxa de la Iglesia de Roma, podemos desde luego encontrar a lo largo de la historia del cine bastantes películas de esa índole.


La verdad es que muchas de ellas no son muy interesantes porque los creadores -artistas al fin y al cabo- difícilmente se someten a unas reglas, normas y estructuras demasiado duras y establecidas. El cineasta como todo creador de belleza echará muchas veces mano de recursos, licencias, incluso provocaciones para transmitir mejor su mensaje, su reflexión y su inspirada creación.


Ese empeño que últimamente se está dando en algunos países de gran tradición católica -México, Italia y también España-, de producir películas clara y abiertamente confesionales católicas, realizadas a contrapelo de las tendencias cinematográficas contemporáneas, y urdidas más con buena voluntad que con medios y con inspiración artística, podrá ser muy loables en los despachos de las delegaciones episcopales pero se convierten en un cine invisible, por su imposible distribución, su compleja exhibición, y por su nulo interés para el gran público. No deseo señalar a nadie, pero estas películas sobre Jesús y sobre los santos, realizadas con muy pocos medios pero con menos inspiración, que recuerdan muchas veces las familiares representaciones parroquiales, parecen realizadas por convencidos católicos y dedicadas a los espectadores católicos más convencidos.


¿Hay un cine “católico”?

Pues quizá la etiqueta de “católico“ sea demasiado limitada para un arte cuyo lenguaje de la imagen tiende a ser universal. Se queda muy corto a la hora de clasificar tantas y tantas películas que expresan muchas veces con un gran acierto, la cercanía del hombre con la Trascendencia, su encuentro con el Misterio, que constituye en parte el llamado hecho religioso. ¡Son tantas las películas entonces religiosas que podrían también llamarse católicas = religiosas! El público en general y tal vez poco enterado suele llamar películas religiosas a aquellas cuyas imágenes bonitas, arpegios y coros celestiales y luces misteriosas suelen mostrarnos escenas de estampita. Pero no van por ahí los tiros. Hay que recordar algunas películas del primer neorrealismo, de Karl Th. Dreyer, de Robert Bresson, de Yasujiro Ozu, de Ingmar Bergman, de Ermanno Olmi, de Erich Rohmer, de Andrey Trakovsky, de Terrence Mallick: junto a su destreza artística para expresar lo inefable, también en ellos aparece su impotencia para llegar a lo sublime: Si a Dios -como diría un iconoclasta -no se le puede encerrar en un templo, - ¿como va ser posible meterlo en una película? Pero quiero aquí dejar esta mi argumentación que nos llevaría a visitar campos extensos que aquí, en el espacio de la página, no son explorables…


El cine español católico

También en la injustamente poco admirada Historia del cine español, el género religioso-católico ha producido obras de interés. Aquí y ahora interesan precisamente aquellos filmes que nos mostraron en muchísimas ocasiones y especialmente en el tiempo del nacional-catolicismo el modo y manera con que se mostró cómo vivían los españoles esa religión católica que era generalista cuando no obligada. Es un cine sumamente interesante por cuanto refleja además de las cuestiones de tipo religioso católico también el panorama de la vida social de distintas épocas y casi la historia cotidiana de los españoles. A ese cine “católico“ me refiero. Para mostrarlo, pondremos algunos ejemplos muy significativos que nos remiten a otras películas en cierto modo parecidas. Dejamos de lado algunos filmes españoles que con notable acierto se acercaron al planteamiento directo de asuntos religiosos: Balarrasa (1950), La señora de Fátima (1951), La guerra de Dios (1953) Marcelino pan y vino (1954), La herida luminosa (1956). Algunas de estas películas quizá con un planteamiento excesivamente ambicioso se quedaron muchas veces cortas en sus resultados trascendentes. Tal vez habría que exceptuar Cielo negro (1951), Viridiana (1961), Nazarín(1959) aunque realizada en México. También las dos películas de Luis García Berlanga, Plácido (1961) y Los jueves, milagro (1957) de la que se tratará después.


Hay también un modo indirecto de mostrar el catolicismo español que algunos cineastas han plasmado en sus películas con notable acierto. En ellas podemos ver las tradiciones, costumbres, ritos y creencias populares religiosas en España. Podemos encontrar muchos ejemplos de este tipo de cine que constantemente menciona la influencia de la Iglesia Católica en las costumbres y vida cotidiana de los españoles. (Una de las más recientes es la película Mi querida cofradía (2018) que con gracejo andaluz habla de la religiosidad popular que se vive a través de las Hermandades de Semana Santa).


Si por ejemplo nos entretenemos en ver una película que constantemente se pasa en la televisión Se armó el belén (1970) con Paco Martínez Soria. Las desventuras de aquel cura algo cazurro que quiere hacer una representación de Navidad para salir en la televisión y ganar algún dinerillo para arreglar las goteras del tejado de la iglesia, nos muestra entre bromas y risas fáciles como era el catolicismo popular en la España poco antes de la transición. Otro filme sumamente interesante que combina precisamente la vida popular religiosa de un pueblo de España junto a la dogmática y teología católica es Así en el cielo como en la tierra (1995) del albaceteño José Luis Cuerda. Es la tercera entrega de una trilogía surrealista (El bosque animado, Amanece que no es poco) hace una divertida parodia de lo que la religión popular llama “el cielo”: allá arriba, es un pueblecito español donde Dios Padre decide, ante la reincidencia pecadora de los hombres, enviar a otro nuevo Hijo para redimirlos. Pero San Pedro (Paco Rabal, de guardia civil) le convence de que en vez de eso, mande ejecutar el apocalipsis. No sé si hoy se hubiera podido hacer esa película que a algunos les hubiera parecido casi blasfema: pero no es así, no se burla de los elementos de la fe sino de las formas religiosas.



Pero antes de estas películas Luis García Berlanga (a quien homenajeamos otra vez en el centenario de su nacimiento) realizó quizá una película definitiva que retrataba el estado del catolicismo español, en plena dictadura y nacionalcatolicismo: Los jueves milagro (1957) un filme con bastante acidez pero como ocurre con Berlanga con ternura y cariño que relataba los intereses de los caciques de un pueblo que quieren convertirlo en un lugar de peregrinación con unas falsas apariciones que ellos falsifican. Con influencias de Fellini (La Strada, Las noches de Cabiria) la cinta fue masacrada por la censura y después también por los intereses de la productora.

CULTURA Art i patrimoni

Arte inmersivo

Juan Manuel Martínez Galera - Graduado en Historia del Arte, Máster en Patrimonio Cultural, Gestión de Museos y Educación Artística.

En Valencia ha aterrizado la nueva exposición inmersiva El oro de Klimt¸ organizada por NOMAD ART, creadores de espectáculos de luces como el mapping o estas exposiciones multimedia. Esta exposición se puede ver en el Ateneo de Valencia, lugar que albergó también la exposición inmersiva de Van Gogh Alive.


El espectador que visita esta exposición, ya sabe que no se va a encontrar con obras de arte del pintor, sino que se va a adentrar dentro de los cuadros del pintor Gustav Klimt, va a recorrer los dibujos, las pinceladas, los trazos… Al ritmo de la música el espectador se deja atrapar por la obra del pintor.


Los creadores de este espectáculo visual saben del declive del interés por los museos y las exposiciones, es por ello, que utilizan los recursos visuales como son las grandes pantallas, proyectores y música, para atraer el público; un público que vive en una sociedad llena de pantallas y nuevas tecnologías.


Vivimos en la sociedad de la inmediatez, todo lo queremos ¡ya!. A diferencia de los museos donde el visitante puede contemplar una obra de arte según el tiempo que considere oportuno; esta exposición inmersiva tiene un horario, un “pase”, se pone el “play” y durante un poco más de media hora observa el video de la exposición, como si de un cine se tratara. Al finalizar el video todos salen de la sala para pasar por la tienda de souvenirs, mientras que en la entrada ya espera el siguiente turno para entrar a la exposición.


Exposición El oro de Klimt

¿Qué nos está pasando? ¿Por qué buscamos continuamente estímulos visuales, experiencias inmediatas, de consumo rápido… y no valoramos el sosiego, la calma, la contemplación… la paz?


Somos la generación que necesita publicar toda su vida en redes sociales. Muchos de los visitantes que acuden a estas exposiciones, desde el minuto cero ya están con los móviles preparados para grabar o fotografiar las imágenes que se proyectan, y publicar que están visitando la exposición, en el momento, “en directo”. Esto no solo pasa en estas exposiciones inmersivas, también ocurre en los museos, donde todos quieren fotografiar la Mona Lisa en el Museo del Louvre de París, la Piedad de Miguel Ángel del Vaticano o las Meninas de Velázquez en el Museo del Prado de Madrid.


Necesitamos parar, contemplar… saborear la vida. ¿Para qué tanta prisa? Este tiempo de pandemia donde parece que empezamos a ver la luz al final del túnel gracias a la campaña de vacunación; hemos tenido que parar, y cuando uno para, se detiene, y es desde dónde puede empezar a reconducir su rumbo o decidir continuar por el mismo camino.


Muchos son los temas que podemos replantear en nuestro día a día. No solo nuestro modo de vida un tanto estresante, frenético… también nuestro modo de situarnos en la realidad, en la misma vida. ¿Queremos que pase el tiempo, en su frenesí… o preferimos saborearlo y disfrutarlo?


Al igual que estas exposiciones inmersivas, adentrémonos en el interior de nuestra vida, observemos las pinceladas con las que Dios nos ha formado, nos ha creado. Fijémonos en el cuadro de nuestra vida, en aquellas zonas de luz y en las de oscuridad y sombra. Descubramos que somos hijos amados de Dios, llamados a ser luz en el mundo.



Vivimos un tiempo apasionante, un tiempo nuevo en la Iglesia. Se presentan nuevos retos, también aquí en Valencia (ej. sínodo diocesano). Nosotros los cristianos tenemos propuestas que ofrecer a la sociedad, por ello: ¡seamos portadores de luz! Cada uno ha de buscar su modo de ser luz, de ser evangelizador, de ser portador de la alegría del Evangelio en medio del mundo. ¿Cuál es el tuyo?

CULTURA Fent política

MANIFEST PER L´ÚS DEL VALENCIÀ EN L´ESGLÉSIA

El Grup Cristià del Dissabte, una vegada més, ha fet un Manifest per posar en relleu la negligència de la jerarquia diocesana en l’ús del valencià en la litúrgia i en l’aberració pastoral que això significa.

El NO a l’ús del valencià a l’Església ve de molt lluny.


El 1756, l’arquebisbe Mayoral prohibí l’ús del valencià a l’Església. No podem parlar amb Déu a la nostra església valenciana amb la llengua dels nostres pares i mares. Fa, per tant, 265 anys d’una anomalia esquizofrènica, obligant-nos, quan ens apropem a les parròquies, a deixar la llengua valenciana per a parlar amb Déu.



El 1965, amb el Concili Vaticà II s’obri una esperança de poder introduir l’ús del valencià a la litúrgia. En la Constitució Sacrosanctum Concillium, l’Església Universal acceptà i promogué l’ús de les llengües de cada poble. Les esperances posades al Vaticà II s’han esvaït al nostre País Valencià. Del Concili Vaticà II ja fa 56 anys i seguim sense normalitzar aquesta anomalia a la nostra església.


El Grup Cristià del Dissabte, des del seu inici ha fet una opció per la llengua i cultura valenciana, presentant el març del 2007 un document on tornava a reivindicar la desautorització de la desfeta provocada per l’arquebisbe Mayoral, de la mateixa manera que en 1965 ho feren milers de valencians en un manifest on ja es demanava als capellans l’ús del valencià en tots els actes i activitats religioses.


El desembre de 2009, en la revista “Saó”, el bisbe Rafael Sanus deia: “Sembla que l’ús del valencià en la litúrgia s’ha convertit en un problema que hem aparcat en la cuneta, esperant que es podrisca per si mateix amb el pas del temps”.


També l’Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) va fer la traducció dels textos i els presentaren als bisbes de les quatre diòcesis valencianes (Oriola-Alacant, València, Sogorb-Castelló i Tortosa), però no en reberen cap resposta, ni tampoc l’acusat de recepció.


L’any 2009, l’arquebisbe Carlos Osoro, respondre una carta de seixanta capellans, dient-los que si volíem el valencià a la litúrgia, hauríem de demanar un bisbe valencià.


En juny del 2010 se´ls adreçà la petició als altres bisbes i, ja amb un arquebisbe valencià, 152 preveres es van dirigir al nou arquebisbe de València, n’Antonio Cañizares, valencià, per a demanar de nou la introducció del valencià a l’Església; però el resultat és que continua la no acceptació oficial de la nostra llengua a la litúrgia, malgrat que el nº 107 del “Plan Diocesano de Evangelización” aprovat per l´assemblea diocesana reunida a la Seu de València i presidida per l´arquebisbe Antonio Cañizares (2016), demana “fomentar el uso del valenciano en la liturgia, como cauce de evangelización enraizado en nuestra cultura” i promoure “la edición de los libros litúrgicos en valenciano”.

Ara fa un any, amb motiu de la pandèmia del Covid-19, el Consell Rector d´À Punt, la TV pública valenciana, proposà a l´arquebisbe la retransmissió de la missa dominical. N´Antonio hi va accedir i des d´aleshores molts cristians valencians seguixen amb tota normalitat la celebració de l´Eucaristia amb els textos elaborats per l’AVL, sense que això haja suposat cap divisió o enfrontament al si del poble de Déu.


És per tot això que els sota-signants


DEMANEM

1. que siguen editats els llibres litúrgics i també catecismes i altres textos en valencià segons les normes de l´Acadèmia Valenciana de la Llengua;

2. que s´introduïsca als seminaris i a les cases de formació religioses cursets per a coneixement de la història, cultura i llengua valencianes;

3. que es promoga l´aprenentatge del valencià per a l´adquisició de la competència lingüística per a tots els preveres de les diòcesis valencianes;

4. que els bisbes de la Comunitat valenciana facen una pastoral col·lectiva per a promulgar, en un temps prudencial, celebrar almenys una Eucaristia en valencià en cada parròquia i altres llocs de culte de les comarques valencianoparlants els diumenges i festes.

5. que els bisbes facen el suggeriment a les comarques castellanoparlants, com a signe d´unió i de pertinença, d´utilitzar el valencià en alguna pregària, cant o monició.


El nostre poble utilitza el valencià a tots els nivells, l´escola està formant els xiquets i xiquetes i l’Església no pot seguir essent una illa dissident.

Les signatures de totes aquestes persones i col·lectius, representatives de tot l’arc eclesial i socialpolític, testimonien els anys d’ignominiós silenci del valencià a l’Església; i, alhora, expressen l’anhel de ser cristianes i cristians sense renunciar a la nostra condició de valencians.


Si voleu adherir-vos-hi, podeu fer-ho en el web: grupdeldissabte.org

CULTURA LLIBRES

Un libro para ayudar a la clarificación de un concepto básico de la fe

La salvación

Por Vicente Botella Cubells OP

(FELICÍSIMO MARTÍNEZ, La salvación, San Pablo, Madrid 2019, 343 páginas)



Hay palabras que forman parte del vocabulario ordinario religioso y teológico de un cristiano sobre los que, curiosamente, apenas se reflexiona. Es como si todos, sin más, supieran lo que significa y, en consecuencia, no fueran precisas las explicaciones. Uno de esas palabras es “salvación”. Con todo, y nunca mejor dicho, las apariencias engañan y en cuanto se pone a prueba la “supuesta” comprensión de “salvación”, uno se lleva sorpresas.


El origen del libro se relaciona con una prueba empírica realizada por el teólogo dominico Felicísimo Martínez en torno al tema de la salvación. Nos cuenta que al poco tiempo de llegar destinado en Roma, donde reside, y preocupado por el tema de la salvación, quiso investigar en la biblioteca del Angelicum la presencia de esta cuestión entre las principales revistas científicas (teología, Biblia, filosofía, derecho canónico, historia, sociología) y entre las recensiones de los libros que dichas revistas contenían entre los años 2017-2018. Con sorpresa y asombro, nos relata en la introducción del libro, que solo encontró un artículo en el que se tratase de manera expresa “la salvación” desde la perspectiva teológica y que, “desde otras perspectivas, ni siquiera aparecía el vocablo salvación”. En lo tocante a los libros recensionados consultados, nos dice: “solo encontré dos que abordan específicamente el tema de la salvación desde la perspectiva teológica cristiana” (6).


El dato es significativo y las consideraciones que brotan son abundantes. El autor se pregunta: “¿el tema de la salvación ha desaparecido del debate teológico? ¿ya no interesa a nuestros contemporáneos? ¿escribir sobre la salvación ya no tiene público?” En honor a la verdad, Martínez matiza que, en su investigación en la biblioteca, encontró muchas cuestiones que, de una u otra forma, tienen que ver con la salvación (redención, iglesia, gracia, pecado escatología, muerte, felicidad, salud, sufrimiento, paz, ecología), pero entendía que, a pesar de este hecho, el silencio sobre un tema que hace años representaba la preocupación central de los creyentes debía hacernos pensar.


Según F. Martínez, hay varios factores que explican esta situación: el proceso de secularización y el hecho de que ha cambiado la dirección en la que el tema de la salvación se plantea, incluso entre los creyentes (antes miraba hacia arriba y el más allá, ahora mira hacia abajo y el más acá); además, el lenguaje teológico clásico en torno a la salvación parece haberse vuelto obsoleto y no suscita comprensión por falta de conexión con la propia experiencia.


A pesar de este contexto tan desgarrador, el autor afirma que el interés por la salvación no ha desaparecido del todo (“quizá por que está inscrito en las aspiraciones más hondas del ser humano”, 9). Y da prueba de ello. Por ejemplo, hoy, señala, el pensamiento poshumanista o transhumanista se presentan como alternativos al anuncio cristiano de la salvación y prometen acabar con la muerte; o, en otros ámbitos, se busca con insistencia la mejora de la calidad de vida como solución de cara a una existencia humana feliz. Estos datos, indica, dejan traslucir que la salvación o sus contenidos siguen ejerciendo una atracción en un mundo secularizado y que el teólogo cristiano no ha de ser indiferente ante esta situación.


Por otra parte, en la génesis del libro hay otro experimento interesante. El autor no solo comprobó la presencia de la cuestión de la salvación en el ámbito de la teología científica, quiso tener también datos de primera mano provenientes del laicado (“para conocer lo que la gente piensa es conveniente alejarse del mundo clerical”, 12). Para ello pasó una pequeña encuesta a un grupo de 70 personas que frecuentan sesiones de formación teológica en una parroquia de Madrid. Les preguntó qué se piensa y qué se dice sobre el problema de la salvación más allá del horizonte clerical. Los encuestados debían hacer este sondeo entre las personas de su alrededor y también dar su propia opinión.


Los resultados del experimento fueron muy interesantes. El autor los comenta. Las conclusiones son cercanas a lo que ya se dejaba ver en el rastreo entre las revistas: “en la mayoría de las personas hay una preocupación de fondo que tiene que ver con la salvación…, sin embargo es cierto que cada vez son menos las personas que relacionan dichas preocupaciones con la salvación clásica. El lenguaje tradicional sobre la salvación ha desaparecido… el término salvación en la mayoría de los casos, ha perdido toda referencia religiosa, se ha secularizado completamente” (18-19).


Comenta Martínez que en la respuestas se deja notar una concepción demasiado individual y privada sobre la cuestión. Hay, asevera, un olvido significativo de las dimensiones comunitarias y ecológicas de la salvación; lo mismo que de la esperanza o la mirada sobre el futuro. Todas estos temas, también tienen que ver con la salvación cristiana.


Como es evidente, ya sea por el capítulo de la encuesta o por el anterior de la investigación en la biblioteca, la situación es muy preocupante. Sobre todo para un cristiano convencido, comprometido y formado. Las cuestiones relativas a la salvación siguen estando ahí, pero tienen un formato secular y una mirada parcial. Desde la fe, la salvación merece un planteamiento tan amplio como la realidad íntegra de lo humano. Y un tratamiento que sea accesible y significativo; que conecte con las vivencias de hombres y mujeres de nuestros días. Todo un reto que el teólogo dominico se toma en serio.


A la vista de toda esa rica información el autor explica el sentido de su libro, que entiende como un intento por dar respuesta a una serie de preguntas: “¿por qué el lenguaje de los teólogos profesionales sobre la salvación resulta enigmático e incomprensible para la mayoría de las personas? ¿Por qué incluso el lenguaje de la catequesis y de la predicación está tan alejado de la experiencia de las personas? ¿Por qué la sensación de que teólogos, catequistas y predicadores hablan de otro mundo, de otra vida, de otras problemas, de otra salvación que no es la que necesitamos?” (23).


La salvación de F. Martínez es un “un modesto ensayo” que desea hallar el lenguaje y la expresión adecuada para que el mensaje de la salvación cristiana llegue a interesar a algunas personas que se han desentendido de él. En este intento, el libro, “sobre todo, quisiera descubrir y describir experiencias humanas que permitan adivinar qué quiere significar la salvación cristiana” (28).


En suma, nos hallamos ante un buen ensayo de teología. Un libro de muy recomendable lectura para todo el pueblo de Dios que, con un lenguaje asequible y cercano, muestra el sentido y la actualidad de lo que es la salvación. Y no decimos más, para que sea el amable lector el que tenga el gusto de descubrir la riqueza de todos sus desarrollos y planteamientos. Seguro que no le decepcionará.


CULTURA Valors essencials

Sant Josep, mestre de silencis

F. Xavier Martí

Abate Dinouart: El arte de callar, Siruela, Madrid 1999; Abbé Dinouart: L’art de callar, Edicions de la Ela Geminada, Girona 2016.

Alain Corbin: Història del silenci, Fragmenta, Barcelona 2019; Historia del silencio, Acantilado, Barcelona 2019.


En una llibreria de vell trobe un títol seductor: El arte de callar. L’autor, l’abbé Dinouart, és un capellà francés peculiar, perquè, d’una banda, declara la igualtat de dones i hòmens i, d’una altra, es manifesta contra la llibertat d’expressió. L’opuscle, publicat en 1771 a París, es pot considerar com una retòrica del silenci, tant l’oral com l’escrit. El primer principi necessari per a callar diu així: «Només s’ha de deixar de callar quan hom té alguna cosa a dir més valuosa que el silenci». Sempre he pensat que ser callat era una virtut i sempre he desconfiat dels xarraires. Gràcies, però, a la llista d’espècies de silenci de Dinouart m’adone que no sempre és així, perquè hi ha un silenci intel·ligent, sí, però també hi ha un silenci estúpid. A més, cada espècie de silenci s’adiu amb un temperament humà. Així, per exemple, el silenci estúpid «és patrimoni dels esperits dèbils i imbècils».


Com que un llibre sempre porta cap a un altre, en trobe un més recent de l’editorial Fragmenta. Es tracta de la Història del silenci, d’Alain Corbin, un recorregut pels significats del silenci des del Renaixement fins als nostres dies. L’historiador francés invita també a recordar els silencis de l’Evangeli, començant pels de sant Josep. No sé si este autor és creient o no, però em sembla que la seua investigació pot ser més útil per als cristians que no la de l’abbé Dinouart, perquè a pesar de ser prevere no reflexiona sobre el silenci que es meravella davant del misteri; com, per exemple, quan Josep i Maria presenten Jesús al temple i resten «meravellats del que es deia d’ell» (Lc 2,33).


Fou Josep, certament, un mestre de silencis i cal que hi meditem en este any que se li dedica. Escrigué en 1907 Eugeni d’Ors sobre ell: «No hi ha en tota la història sagrada, ni en tota la història profana, ànima més callada que aquesta ànima senzilla». Per això, diu, «ens és misteriós». Segons Xènius este misteri és el mateix que el del poble: «Sant Josep, Poble... ¿Com sou, què penseu? Ningú de nosaltres ho sabria dir». Potser per això, diu el papa Francesc en la carta apostòlica Patris corde, «sant Josep és un pare que sempre ha sigut estimat pel poble cristià».


Callem més, llegim més i contemplem els misteris de la nostra fe a l’estil de Josep.


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