FIGURES AMISTAT SACERDOTAL

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Víctor Arias Prats, un hombre bueno
Rafael Bellver Galbis. Valencia.

El día 1 de mayo, festividad de San José Obrero, fallecía de forma inesperada D. VICTOR ARIAS PRATS, un hombre bueno, un sacerdote santo, una persona excelente.

Si me dejara llevar por los sentimientos podría escribir un libro entero sobre D. Víctor, puesto que en los más de 50 años de amistad y aprecio mutuo he vivido con él experiencias y anécdotas maravillosas, he colaborado con él en muchos proyectos, todos ellos destinados a conseguir el bien de los demás.

Pero no es el momento ni el lugar para esto. Sólo me gustaría hoy dejar aquí un testimonio de gratitud al hombre que siempre me dio lo mejor de él, al sacerdote que, a través de su ejemplo de vida, me llevó a creer más fielmente en Jesucristo, Buen Pastor, al amigo que apareció en un complicado momento de mi vida adolescente dándome su amistad, su consejo, ayudándome a confiar más en mi mismo,
Víctor Arias Prats, un hombre buenoanimándome a estudiar y a prepararme para un futuro mejor que el que me esperaba.

Colaboré con él en todo cuanto me pidió: En el IES José Segrelles de Albaida, en la Oficina Pro Seminario, en la dirección del Venerable Agnesio, en su parroquia de San Esteban y hasta, días antes del confinamiento por el covid-19, que le acompañé a La Fe para un chequeo. Pero todo eso es nada comparado con lo que él ha hecho por mí.

Siempre lo he dicho y lo repito ahora: Mis padres me dieron la vida y buenamente hicieron lo que pudieron por mí, pero a Víctor Arias le debo una gran parte de esa vida: mis estudios, mi trabajo, mi bienestar y el de mi familia y, sobre todo, mi amor y fe en la Iglesia de Cristo.
¡Gracias Víctor! Desde las Moradas Eternas del Cielo, continúa siendo mi mentor y mi protector e intercede por todos nosotros.

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Pepe Bellvis, sin ambición por hacer carrera eclesiástica
José Luis Ferrando (02.04.2020). Artículo publicado en Religión Digital

Fallece Pepe Bellvis. Sacerdote de la Curia Diocesana de Valencia

Me acaban de anunciar la muerte de D. José Bellvis, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia. Una noticia esperada -dada su enfermedad- pero que nunca me hubiera gustado que se materializara. Esta es una de las veces en mi vida que mas me cuesta escribir, pero que necesito expresar lo que supone la desaparición de “Pepito” para todos sus paisanos, entre los que me cuento y para sus condiscipulos sacerdotes.

En estos momentos, mi imaginación y mi pensamiento, necesariamente vuelan a mi infancia. En ese pequeño rincón de la Comunidad Valenciana, Vallada, nació Pepe Bellvis. Cada vez que alguien preguntaba por nuestro pueblo había que añadir, “cerca de Játiva” para que la gente más o menos se enterara de donde éramos. Pepe Bellvis, de origen humilde, sus padres personas sencillas del pueblo, y de una familia muy conocida por parte de madre: “les bunyoles”. Su padre, el tío Pepe, un hombre del campo, habituado a bregar con las alegrías y los sinsabores de la tierra. Hombre callado, pero con la sabiduría de la vida.

Su madre, la tía Isabeleta, la “buñola”, así la conocíamos -en los pueblos es el apodo el que nos identifica- nos preparaba, después de la misa unos almuerzos impresionantes. Todavía recuerdo aquellas aceitunas, que adobaba ella misma, y que a D. Antonio, el cura y a nosotros nos chiflaban. Una mujer abierta y cercana. Una familia muy religiosa, con buenas raíces cristianas.

Pepe Bellvis correteó por aquellas calles, que, en aquellos años eran todavía de tierra, y acudía a la fuente, de San Bartolomé, la más cercana a sus casa, para llenar el cántaro o el botijo, seguro que protestaría como muchos de nosotros, porque había que hacer cola. Al salir de la escuela nos íbamos a corretear y jugar al fútbol en la zona de las eras, hasta la llegada de los pastores, que se cabreaban si la pelota asustaba al ganado. Pepe era de la generación que hemos visto los últimos rebaños en nuestras tierras. Nació en la calle de la Virgen del Carmen, detrás de la Iglesia parroquial de San Bartolomé. Cada vez que pasamos por esa callejuela, la imagen de la Virgen nos mira y nos acompaña un tramo. Seguro que le servirá de guía en estos momentos.

En la escuela nos encontrábamos cada día, primero en las escuelas viejas, en el “carrer Campanar”, hoy museo local. Allí, cada mañana, tomábamos la leche en polvo americana y acudíamos con nuestro vasito con un poco de “colacao”. Los chavales nos agolpábamos en torno a una olla grande, y bromeábamos con alguna gamberrada. Luego, al poco tiempo, pasamos a las escuelas nuevas, y pudimos corretear por aquel campo de fútbol, que nos parecía el paraíso. En esas escuelas aprendimos los primeros conocimientos de mano de algunos maestros que han quedado en el recuerdo: D. Julián, D. Enrique, y alguno más que no me vienen a la memoria en estos momentos. Y D. Manuel, paisano, que nos contaba aquellas historias sagradas de la Biblia, que tanto nos gustaban a los niños, y que probablemente han estado a la base de la vocación de Pepe Bellvis y de alguno más. En nuestro imaginario infantil adquiría vida aquel pastor que se convirtió en el rey David, o la fuerza de Sansón...y los evangelios. Era un buen estudiante e inteligente. Al poco del traslado a estas escuelas, Pepe Bellvis ya se marchó al Seminario en donde continuó sus estudios.

En el pueblo, en aquellos momentos, el cura era, D. Constantino Morant, sin embargo la muerte le sorprendió bastante pronto. D. Antoni Sancho le sustituyó, y le tocó acompañar a Pepe y otras vocaciones de paisanos durante sus años de párroco. En esa etapa tuvimos mucho contacto, nos veíamos con frecuencia durante las vacaciones en el pueblo, al que Pepe era muy asiduo y fiel a sus amigos.

Pepe Bellvis terminó sus estudios de filosofía y teología en la Facultad de Teología san Vicente Ferrer de Valencia. Residía durante este período en el Seminario del Corpus Christi. Su paso por la Facultad fue académicamente excelente. Sus primeros destinos pastorales fueron como vicario parroquial de San Nicolás en Requena, y párroco de sus pedanías de Los Ruices, Los Isidros así como encargado de la ermita de la Virgen de la Candelaria, en la aldea requenense de los Cojos. En esas parroquias se sintió muy a gusto según nos contaba entonces, ya que eran una evocación de sus raíces profundas. El se sentía orgullosamente de pueblo en esos pueblecitos.

En 1985 marchó a Roma para ampliación de estudios de Derecho Canónico por la Universidad Gregoriana de Roma y en 1988 fue nombrado en Valencia vicario parroquial de San Pascual Bailón y Defensor del Vínculo, en los Tribunales Eclesiásticos.

En Roma de manera brillante terminó el Doctorado en Derecho Canónico. De regreso se incorporó a tareas diocesanas siempre en el ámbito del derecho. Tuvo varias responsabilidades, desde las que sirvió a la Iglesia Diocesana con generosidad y competencia. Juez de tribunales eclesiásticos. Actualmente Vice-Secretario para los asuntos jurídicos canónicos.

En la Universidad de Valencia realizó también estudios de derecho civil, ejerciendo también como abogado, particularmente en procesos matrimoniales.

Pepe Bellvis era un hombre absolutamente libre. Era una de las características más notables de su personalidad. No se sentía condicionado por muchas de las cosas que la mayoría de la gente acepta. Tampoco la ambición por hacer carrera eclesiástica estaba en su pensamiento. Era un hombre sencillo, que nunca miraba con altanería a nadie. No le costaba ponerse al nivel de la gente sencilla, porque así era él...

Y, sin duda, era un hombre de amistades. Todavía su “pandilla” de adolescentes en Vallada está viva, y cada vez que visitaba el pueblo aprovechaba para encontrarse con ellos. La sonrisa y el chascarrillo estaban siempre en su boca. Nunca rehuía el debate, pero era muy firme en sus posiciones. Sin duda, para ellos será una perdida muy dolorosa.

En sus distintas tareas pastorales rezuma cercanía y fraternidad. Su puerta estaba siempre abierta para todos. Un amigo común me hablaba de la cantidad de gente a la que recibía para darles consejo, no solo en el ámbito jurídico, sino también en temas espirituales.
Una vida fecunda al servicio de la Iglesia y de los hombres, en un ámbito muy particular el del derecho, pero al que el sabía ponerle el humor y la socarronería valencianas.

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Amistat entre preveres i laics
Manuela Franco Navarro (València)

M’encanta esta revista Cresol escrita en clau sacerdotal, perquè s’hi respira un aire de respecte i d’amistat entre tots. Preveres i laics són capaços, com a verdaders cristians, de dialogar i fins i tot de manifestar-se les discrepàncies quan no pensen igual. Però mai he vist insults davant de les divergències.

En la majoria de les publicacions, amb aire de decepció, lamente el fet que ens tenen acostumats a la desqualificació de l’adversari... Una actitud que contrasta amb el que respire en esta modesta publicació en la qual no es veuen queixes ni murmuracions.

Estem cansats de tertulians només interessats a augmentar els seus guanys. Governs que utilitzen els opinadors del coronavirus per a afeblir les democràcies. Mediocres... Bandits!

Els anime a prosseguir en eixa línia de comunicació diocesana, d’unitat apostòlica, que porten desenvolupant. I a no perdre mai el temps -com és habitual en altres publicacions- queixant-se del món, de la societat, de l’Església, del que està malament... Les queixes no canvien res. No als discursos buits que prometen l’impossible, sinó als testimoniatges que demostren que l’Evangeli és possible, per mitjà de l’amistat entre els preveres i els laics. No al poder de voler ocupar els primers llocs, sinó a la coherència que canvia el món..., i a l’amor a Déu i als pobres. M’agrada la secció «Figures», en què sovint recorden sacerdots senzills del presbiteri diocesà, que han passat a la casa del Pare. Preveres xicotets als ulls del món, imperfectes, però radicals en l’opció de les seues vides.

No vull acabar sense felicitar els huit neosacerdots ordenats entre el dissabte 27 i el diumenge 28 de juny, i també vull animar-los a donar-se a conéixer escrivint de manera quotidiana en esta revista. Visca l’amistat entre preveres i laics; és el que més necessitem.
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