FIGURES Amistat sacerdotal

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Fr. Vicente Botella Cubells OP, Decano de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer

Al escribir estas líneas, aunque ya ha transcurrido una semana, aún se me hace difícil creer que Juan Miguel se nos haya ido. Una impresión compartida por las muchas personas que le conocían y le querían, tal y como quedó de manifiesto en la impresionante eucaristía exequial que le despidió en la Iglesia Catedral de Valencia el pasado 14 de octubre.
En efecto, el Canari, como se le conocía cariñosamente en la archidiócesis valentina, era una persona alegre y cercana que se hacía querer. De temperamento abierto y de sonrisa fácil, Juan Miguel era apreciado y valorado por mucha gente; además, de muy diferente condición: desde la más sencilla hasta obispos, teólogos y biblistas de todo el mundo. No cabe duda de que Díaz Rodelas tenía un don para la amistad que cultivaba con particular cuidado. De esa amistad yo mismo tuve el privilegio de gozar.
A Juan Miguel lo conocí en su querida Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Y digo querida porque él la amaba con todo su corazón y así lo manifestaba sin rubor, ni pudor. Este amor por la Facultad era, a su vez, una expresión sincera de su estima por la Iglesia universal y por la Iglesia en Valencia, además de una asentada convicción del relevante papel al que estaba llamada en la misión evangelizadora de ambas. ¡Cómo le dolía el que la Facultad fuera olvidada o no se tuviese en cuenta en la vida eclesial!
Mi conocimiento de Juan Miguel se estrechó a causa de las responsabilidades que hemos compartido en la Facultad. Hemos coincidido, codo con codo, en los puestos de máxima responsabilidad, alternando la tarea de Decano y Vicedecano. También hemos colaborado juntos cuando fue Administrador general y, hasta ahora, siendo el Director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) y de la Schola Valentina Linguis Biblicis et Orientalibus Ediscendis. Para mí, Juan Miguel era una persona de confianza: la ofrecía y te la hacía sentir. Es lo que puedo testimoniar después de tantos años. Y es que con él podía comentar las cosas con libertad sabiendo que, sin trabas, alcanzaríamos un consenso en lo que estimábamos el bien común; además, me transmitía, junto al aprecio y el respeto personal, el hermoso mensaje de que mi condición de dominico era un plus, al ser parte de la otra entidad corresponsable, junto con la Archidiócesis de Valencia, de la Facultad. Subyacía en este hecho un signo preclaro de su comprensión comunional de la Iglesia, ésa que impulsara el Vaticano II y que hemos de seguir ahondado. A esa confianza en lo personal se unía en Juan Miguel su disponibilidad responsable para el trabajo en favor de la Facultad. He de afirmar sin ambages que él siempre ha estado ahí, al servicio de su Facultad y, sobre todo, cuando ha habido alguna necesidad. En especial, le he de agradecer que aceptara, para relanzarlo, ser el Director de nuestro ISCR, cargo que con ilusión, junto con D. Ricardo Lázaro, el subdirector, estaba desempeñando hasta el momento de su fallecimiento.
Juan Miguel, en efecto, era persona de confianza pero, igualmente, era un emprendedor que anhelaba abrir nuevos caminos para nuestra institución. Creo sinceramente que, gracias a él, la Facultad de Teología San Vicente Ferrer ha crecido y hoy posee un rostro más universal y proyectado. Él fue una de las piezas imprescindibles en el proceso de la unión de las dos secciones del ciclo institucional de la Facultad. Igualmente, está en la raíz de la creación del ISCR, que actualmente dirigía. Con él, y gracias a la ayuda generosa de la Archidiócesis, nuestra Facultad comenzó a recibir a estudiantes de licenciatura de otros países del mundo. Últimamente, en coordinación con la UCV, estaba concluyendo una negociación para que los estudios de la Escuela de Lenguas tuvieran un reconocimiento universitario en la citada institución e, igualmente, andaba tras los pasos, junto con el correspondiente Departamento de Escritura, de vertebrar una especialidad en Teología Bíblica para el bienio de licenciatura de la Facultad. Y… ¡quién sabe qué ideas no estarían rondando por su cabeza a pesar de que la jubilación ya se acercaba!
¡Lo que son las cosas!, el tiempo del Júbilo le ha llegado por anticipado y de una manera plena. Somos muchos, y por supuesto su querida Facultad, los que estamos tristes por su partida. Todo ha sido tan rápido. No hemos podido ni despedirnos. En la fe que compartimos, y que Juan Miguel a través de la Palabra de Dios transmitió y sirvió en todo el mundo, nos queda el consuelo de que está en buenas manos y que, libre ya de todos los padecimientos, será un gran intercesor por esta casa, su Facultad de Teología San Vicente Ferrer.
Juan Miguel, descansa en paz. Gracias por todo lo que has hecho por esta Facultad. Intentaremos estar a la altura. Gracias por la amistad y por trabajar por la comunión. Un fuerte y entrañable abrazo.

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Joan Camarena i jo ... vam ser amics
José Antonio Bargues

Joan Camarena i jo vàrem ser amics tota la vida, des que ens vàrem conéixer. Els dos havíem decidit ser retors i els dos vàrem coincidir en voler-ho ser de manera que ens millorara a nosaltres i a totes aquelles persones que estigueren al nostre entorn. I els dos vàrem decidir que el nostre entorn el formaren les persones que evidentment necessitaven i necessiten de l’ajuda de tots, com nosaltres també la necessitàvem.
Vàrem viatjar junts per Europa i per Amèrica perquè buscàvem experiències que ens ajudaren a dur endavant la nostra realitat de cada dia d’una manera tan justa i comprensiva com fora possible. Joan m´ensenya a fer servir la intel·ligència i el coratge necessaris per a no abandonar mai a ningú que ens demanara ajuda.
Ell es va trobar enmig d’un món en crisi –com era en aquell moment el Port de Sagunt–que marginava tota una part de la societat convertint-la en una illa de misèria; una societat marginada que reaccionava com podia, a vegades d’una manera violenta i moltes voltes sense entendre la seua pròpia realitat.
Jo em vaig trobar en aquell moment amb unes criatures, quasi uns xiquets, considerats impossibles i vaig pensar que havia d’estar al seu costat.
Les converses amb Joan van ser per a mi una manera d’aclarir-me. Perquè, quan prens decisions que la societat en general no entén, necessites algú que t’ajude a pensar.
A Joan li agraïsc que m’ajudara a pensar la millor manera de fer front a la realitat.
Joan va saber conviure amb altres persones que eren religioses i d’una pietat tradicional però tingué clar que això no li anava a impedir tractar amb tots simplement com a persones, foren creients o no creients, clericals o anticlericals, o que es manifestaven explícitament ateus. Convertí en veí tot aquell que se li acostava i se sentí implicat en allò que suposa dur endavant aquella cosa que és sobreviure entre tots de la millor manera possible. Joan responia a les necessitats de les persones concretes que eren els seus veïns. Ell mateix ho diu: «Haguérem de visitar i xafar amb molta freqüència les presons de València, Castelló, Terol, Ocaña... Les coneixia totes, perquè la marginació social sol ser pròdiga a generar presos amb la seua pròpia marca marginal, i al Port, a més, hi havia presos i represaliats polítics. No puc oblidar que durant molts anys vaig prestar ajuda i col·laboració a la gran obra social del Casal de la Pau, perquè modestament sempre he sigut home de confiança i de consulta per a José Antonio Bargues, director responsable del Casal, davant de les contínues i greus, inclús dramàtiques, situacions personals que acull el Casal».
És per això que Joan Camarena forma part del santoral del Casal de la Pau, com jo dic freqüentment. Ell i molts altres. Perquè el Casal de la Pau té el seu santoral: sant Sebas, sant Andrés Muñoz, santa Maria Procesa, sant Cristóba lSánchez, sant Juan Antonio Mínguez, sant Andrés Sáez, sant Marro, sant José Maria Ortolá, sant Miguel Martí, santa Sólia, sant Isidro d’Elx, sant Ximo Montés, sant Luis Lloria, sant José Luis Ribes, sant Paco Chiarlones, sant José Barranco, santa Vicenta Trigo, sant Rafeta, santa Consuelo, sant Juan Lladró, santa Sió Planas, sant Ginés, santa Lola Ferrando, santa Montse, sant Miguel Pastor i tants altres...
Sí, i el nostre de hui és sant Joan Camarena. Ell se’n riuria una miqueta i diria allò de «tots som sants, clar». En definitiva, un sant és algú que fa l’intent de convertir la seua vida en un bé per a tots, en una maquinària de fer el bé que és fer bé el que s’ha de fer.

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Pepe Cerveró, 90 años: Felicidades...!
Rafael Guinart

Pepe Cerveró, misionero de cuerpo entero.
Joven de espíritu, jovial de carácter y rebosante de alegría evangélica: así es como ha llegado Pepe Cerveró al rellano y cima de sus noventa años, y allí se mantiene, después de haber subido ochenta y nueve largos y empinados peldaños, desde que aprendió el arte de la pesca en la aguas infantiles de la Malvarrosa hasta que desarrolló, en plena madurez apostólica, el oficio de pescador de hombres, que le confirió Jesús. Así es él y así lo contemplamos cuantos lo conocemos y estimamos.
Conocí a Pepe Cerveró Alabau cuando regresó de la Argentina, y se incorporó con súbita espontaneidad y admirable sencillez al grupo de sacerdotes, que desde muchos años atrás, veníamos reuniéndonos semanalmente alrededor de D. Salvador Domingo Salvador y D. José Alba Alba, con el fin de mantener fuertes los lazos de nuestra fraternidad sacerdotal diocesana, y proyectar la luz del Evangelio sobre la complicada y cambiante realidad social de nuestros pueblos y ciudades. Su presencia respetable y respetuosa, animada por su vigor apostólico, ha enriquecido y sigue enriqueciendo nuestras reuniones. Durante estos años he podido gozar de la compañía de un misionero de cuerpo entero, y saber de su alma sacerdotal totalmente misionera, la que a estas alturas de su edad permanece todavía viva y activa, cual Vicepresidente que es de la Delegación Diocesana de Misiones.
Yo mismo tuve la gracia de acompañarle a Argentina, en la visita que realizó a su antigua parroquia de la ciudad de Morón, y pude ver con mis propios ojos la obra pastoral realizada durante 25 años, y comprobar el fervor y el cariño que sus antiguos
Pepe Cerveró, 90 años: Felicidades...!feligreses dispensaron a su querido Padre Pepe, como cariñosamente le llamaban.
Además he tenido el privilegio de acompañarlo durante varios años, cada miércoles, a visitar a los sacerdotes ancianos. Su entusiasmo sacerdotal era tal en estas visitas que no solo a mí, sino parecía contagiar también de alegría, imprimiéndole una fuerza extraordinaria al motor de su automóvil. Así recorrimos muchos pueblos de la diócesis, mientras sus fuerzas se lo permitieron y sus reflejos estuvieron rápidos al volante.
En esta feliz efemérides de tu cumpleaños, estimado Pepe Cerveró, me congratulo contigo colgando sobre los hombros de tu dignísima personalidad una hermosa guirnalda, trenzada con palabras paulinas y fibra latina, que estoy seguro deleitará tus oídos y colmará tu corazón sacerdotal: cursum consumavi, fidem servavi, bonum certamen certavi.
Tus compañeros damos gracias a Dios por la humildad de tu persona y por la altísima generosidad de tu ministerio sacerdotal. En nombre de todos tus compañeros sacerdotes te felicito.
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