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Por un Pacto Nacional Educativo
David González Niñerola, profesor de filosofía

El Papa Francisco ha convocado el próximo 14 de mayo “a todos aquellos que tienen responsabilidades políticas, administrativas, religiosas y educativas para reconstruir la aldea de la educación”, asumiendo la feliz metáfora de McLuhan sobre la conocida “aldea global” en que se ha convertido nuestro mundo. El objetivo es celebrar la jornada del “Pacto Educativo Global”; posibilitar un consenso unánime para una alianza internacional de alcance real, eficaz y concienciada que se oriente a salvaguardar nuestro porvenir para las próximas generaciones. Ante la “Asamblea Plenaria de la Congregación para la Educación Católica” se delinearon los cuatro grandes ejes transversales que deberían alimentar este gran acuerdo, que debería serlo interdisciplinar y “transdisciplinar”: sensibilidad ecológica, inclusividad y conciencia solidaria ante los excluidos, que la educación quede armonizada “como movimiento pacificador que sirva para la construcción de la paz” y un espíritu cooperativo que anime su tarea, pues la educación, “como un movimiento de equipo, no es jamás la acción de una sola persona o institución”. El momento es apremiante y así lo atestiguan los signos de los tiempos: “Jamás como ahora hay tanta necesidad - y oportunidad, diríamos nosotros- de unir esfuerzos en una amplia alianza educativa para formar personas maduras, capaces de superar la fragmentación y la oposición, y reconstruir el tejido de las relaciones para una humanidad más fraternal”.

El Talmud refiere que “el futuro del mundo pende del aliento de los niños que van a la escuela”; nadie se atrevería a menospreciar públicamente esta sabiduría, pero en nuestro país se da la paradójica situación de que llevamos más de diez años reclamando un plan educativo estable que no cambie con cada opción política que alcanza el poder y la educación se usa irresponsablemente como arma electoral sin ningún rubor a sabiendas de lo profundamente injusto de esta contradicción perenne, y de lo urgente que es homologar a España con la mayoría de países europeos. No se dan todavía los pasos necesarios -con el verdadero, suficiente y sincero interés- que permitan crear el escenario de diálogo que pueda hacerlo posible. El encaje de la Religión en la escuela es uno de estos ítems, tristemente -y otra vez- de actualidad. Necesitamos y pretendemos dar voz a quienes tengan la buena voluntad de construir este intercambio sin fanatismos ni monólogos, con verdadero y honesto espíritu constructivo, que delineen las líneas maestras -y flexibles- de las que pueda surgir un consenso que nos interesa a todos.


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Luis Argüello: “El pacto educativo que la sociedad española necesita...”.

Es profundo el conocimiento del tema sobre Iglesia y educación en una sociedad democrática y plural, que acompaña al secretario general de la Conferencia Episcopal Española D. Luís Argüello. David González, contactó con el señor obispo. Publicamos algunas de sus preocupaciones, y mostramos nuestra gratitud. Una vez más, D. Luis reivindica el papel que juega la Iglesia en España a la hora de intervenir en el tema educativo: “A la Iglesia no le interesa solo la asignatura de Religión y la escuela concertada: le interesa toda la Educación en España”.
Compartimos algunas de sus preocupaciones, compartidas directamente a nuestra Redacción.

CRISIS DE NUESTRO MUNDO
La crisis de nuestro mundo globalizado, económica, política y culturalmente, es en el fondo una crisis religiosa, de sentido, confianza y esperanza.

DOS GRANDES DESAFÍOS
El pacto educativo que la sociedad española necesita se plantea entre dos grandes desafíos: el mundo “posthumano” al que nos aboca la gran revolución tecnológica en curso con su paradigma tecnocrático, y la confusión antropológica en la que nos sitúa querer prescindir del don recibido en nuestra corporalidad sexuada, que aporta un significado decisivo en cuanto a la diferenciación sexual.

CENTRALIDAD DE LOS DDHH
Por ello, las declaraciones de Derechos Humanos, tanto de la primera como de la segunda generación, fundados en la dignidad intrínseca de la persona y en su dimensión social, deben ser centrales para el futuro pacto educativo.

FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
La dimensión racional, trascendente y religiosa de la persona son decisivas para una propuesta humanizadora tan necesaria hoy. Por ello, la Filosofía y la Teología son de extraordinaria importancia. La razón, la libertad y la fraternidad humanas necesitan ser reflexionadas y testimoniadas. Dios Creador y Padre es fundamento y horizonte de la razón, la libertad y esta misma fraternidad.

LA DECISIÓN DE LOS PADRES
La misma diversidad de concepciones antropológicas, y de sentidos de la vida, hace imprescindible, precisamente, el respeto necesario a la decisión de los padres sobre la formación de sus hijos.

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¿Cabe la Enseñanza Religiosa Escolar como asignatura en la escuela de un estado laico?
Rafael Vte. Ortiz Angulo. (Valencia)

Cada comienzo de curso y, especialmente, al inicio de cada legislatura, se reaviva esta polémica cuestión. Muchos son los debates que al respecto se suscitan y, actualmente, estamos en uno de esos momentos candentes, quizá vaya a ser el de mayor intensidad que se haya producido hasta el momento.

Generalmente, los debates encendidos precipitan opiniones muy diversas a la vez que poco rigurosas. Pero, en estos tiempos, a ello se suman algunas simplificaciones, generalizaciones e identificaciones de términos que contribuyen a la confusión generalizada. Nos proponemos argüir unos cuantos razonamientos que intentan aportar claridad y distinción, aunque modestamente quede solo en un intento.

Es menester subrayar que la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE) no debe identificarse con la Catequesis. Pertenecen epistemológicamente a ámbitos distintos del conocimiento. La Catequesis forma parte del proceso de preparación para la progresiva incorporación a la Iglesia y debe estar inscrita en una dinámica comunitaria, preferentemente parroquial. Por su parte, la ERE es la reflexión que cualquier creyente hace sobre su propia fe, por lo que debe encuadrarse en un discurso de conocimiento racional y no necesariamente vivencial, aunque este supone, como en cualquier disciplina académica, un plus para realizar un aprendizaje significativo.

Una confusión frecuente es confundir “ser creyente” con “profesar una determinada fe religiosa”. Ciertamente la fe es creencia, pero no toda creencia es fe. Creyentes somos todos, nadie puede no serlo. Ya lo decía Ortega: las ideas las producimos, las defendemos, luchamos y morimos por ellas; en las creencias estamos, nos movemos y somos. Las creencias son el suelo firme que pisamos, sin ellas nos hundimos en un mar de dudas. Zubiri explica con meridiana claridad que ateísmo, agnosticismo y teísmo son distintas formas de creencia, resultantes de haber tenido que afrontar y resolver el ineludible problema de Dios. Pues se trata de un problema que se nos impone resolver, personal y socialmente por estar religados a la realidad. En consecuencia, se trata de una cuestión enraizada en la cultura. Según Zubiri, el ser humano está vertido a la realidad y al mismo tiempo la realidad se le impone, está consecuentemente abierto a ella. Esta apertura requiere que la inteligencia del hombre la indague, se interrogue por ella. Esta actividad desemboca en la pregunta por la realidad última, ahí nace la filosofía. Pero, aunque de ninguna manera deba identificarse esta realidad última con Dios, sin embargo, nos aboca a preguntarnos también por él y se hace imperativo encontrar una respuesta. Esto muestra que el ser humano es constitutivamente religioso. Si esto es así, ¿estaría correctamente planteado un currículum educativo que no tenga en cuenta una realidad que es constitutiva del ser humano? ¿Estaríamos proporcionando al alumno una educación que abarcara en totalidad todos los requerimientos formativos? ¿Estaría el estado poniendo a disposición de la futura ciudadanía activa una educación integral si no incluye en su oferta formativa la Religión? Es menester no confundir aquí enseñanza integral con enseñanza integrista, en absoluto. El ateísmo y el agnosticismo son también expresiones de la constitutiva religiosidad del hombre, y tales creencias deben avalarse con razones, ante uno mismo y ante los demás, pues tienen que convivir con las demás creencias ¿Puede ser esta necesidad ajena a las competencias de la escuela pública si tiene por objetivo la formación de ciudadanos democráticamente activos y tolerantes?

Por otra parte, ante la globalización nuestras sociedades son cada vez más plurales. La escuela no puede dar la espalda a esa pluralidad en ninguno de sus factores y matices. Los escolares, ciudadanos del mañana, deben aprender las competencias necesarias para afrontar adecuadamente dicha pluralidad. Todos estamos convencidos de que es indispensable implementar una educación intercultural ¿Puede afrontar el sistema educativo dicho enfoque desechando la ERE, habida cuenta de que lo religioso forma parte integrante de cada cultura? ¿Es sensato mantener al futuro ciudadano en la ignorancia del fenómeno religioso cuando es un factor decisivo en el diálogo intercultural y de la política internacional? Pero para poder mantener un diálogo intercultural fecundo es menester que cada interlocutor conozca su propia cultura con cierta profundidad, de lo contrario dejaría de ser efectivamente diálogo para convertirse en una suerte de intercambio tendente al sincretismo que, a la postre, supone asimilaciones y pérdidas importantes entre las partes. Si la religión es un elemento configurador que ha acompañado a cada cultura, con frecuencia en la urdimbre de su origen ¿no se hará necesario su estudio si se desea conocer adecuadamente la cultura desde la que se dialoga con las demás? ¿Y conocerla a ese nivel, no ha de suponer el manejo adecuado de aquellas herramientas de orden hermenéutico que se encuentran en el discurso teológico?

Recientemente, en base al recurso etimológico, algunos autores tienden a asimilar el concepto de estado laico al de estado laicista sin establecer distinción alguna. Se cae, entonces, en el olvido de que la lengua es algo vivo y que con el tiempo se establecen distinciones que son conceptualmente relevantes porque aportan claridad y distinción a posicionamientos y acciones. Admitimos que la diferencia entre estado aconfesional y estado laico está instalada en una precisión jurídica que queda desbordada por la realidad sociológica. Pero es necesario distinguir el estado laicista que es aquel que intenta desterrar cualquier vestigio de lo religioso del panorama público, normalmente reduciéndolo al ostracismo de la individualidad, como sucede en la actual versión neoliberal. Si la constitutiva religiosidad del ser humano tiene también una dimensión pública que debe ser atendida en los países democráticos, es evidente que defender tal postura no puede ser nunca un ejercicio de buena democracia. En cambio, el estado laico es aquel que defiende el pluralismo tanto en su expresión individual como en su necesaria expresión social y cultural. Por ello es aquel que, por ser auténticamente democrático, garantiza la expresión pública de lo religioso y la convivencia pacífica entre dichas expresiones.

Abogar por que la materia de Religión quede arrumbada de la escuela pública es confinar su enseñanza a la exclusiva privacidad de instituciones religiosas, sea cual fuere su credo. En dicha privacidad se debilita la supervisión que el Estado democrático debe ejercer para garantizar que la enseñanza religiosa discurra siempre en sintonía con los Derechos Humanos y su correspondiente reconocimiento constitucional. Al reconocer el derecho que las distintas religiones tienen a la ERE se favorece un contrato según el cual éstas quedan obligadas a armonizar su propuesta con nuestro derecho constitucional y la filosofía que lo legitima. Es pues un modo de garantizar el fomento de una teología dialogante y tolerante, antídoto contra fundamentalismos.

Si la escuela es el instrumento con que el estado cuenta para la formación de ciudadanos competentes en democracia, tolerancia, diálogo social y convivencia pacífica, y según lo brevemente expuesto ¿cómo puede hacerlo sin tener un currículum que contemple la ERE como una materia en igualdad de condiciones que el resto? Dos cuestiones para la autocrítica: Quien se niega a reconocer la asignatura de Religión como materia curricular de pleno derecho suele partir de la confusión entre ERE y Catequesis, pero es necesario que nos preguntemos ¿en qué medida los profesionales de la ERE podemos haber contribuido a fomentar o sustentar tal confusión? Por otra parte ¿no sería otra la situación si la Iglesia Católica, desde un principio, hubiera hecho frente común con otras confesiones y religiones en su reivindicación en lugar de apelar a cierto privilegio por su mayoría? En democracia se diluye la razón cuando no se atiende a las razones de las minorías. Por otra parte, atendiendo a la eclesiología del Concilio Vaticano II con su reflexión sobre la Iglesia ad intra y ad extra ¿no hubiera sido mucho más coherente que hubiera liderado ese frente común?

La cuestión de si debe o no haber una ERE es de gran calado, por ello no debe reducirse a dilucidaciones de estricto positivismo jurídico, esta es la razón por la que se ha evitado conscientemente el recurso a la argumentación legal. La legalidad siempre ha de cristalizar desde una legitimación que emana de una reflexión previa que atañe a presupuestos pre-jurídicos. Por otra parte, se ha pretendido ofrecer una lluvia de ideas para profundizar en el debate racional de la cuestión huyendo de fervores partidistas.

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El Pacte educatiu en què jo crec
Francisca Iborra Gómez (València)

El Pacte Educatiu Global que planteja el papa Francesc és revolucionari; és el pacte que la societat espanyola necessita. El Papa havia convocat per al 14 de maig la Jornada del Pacte Educatiu Mundial (s´ha ajornat), una crida “a tots aquells que tenen responsabilitats polítiques, administratives, religioses i educatives per a reconstruir l’aldea de l’educació”. El Papa vol suscitar un moviment educatiu ecològic, inclusiu, dirigit a tots els exclosos; pacificador i harmònic, per a la construcció de la pau.

Jo m’apunte a este pacte educatiu que vol propiciar el papa Francesc. I anime a unir esforços per una àmplia aliança educativa per a formar persones madures, capaces de superar la fragmentació i l’oposició. Un pacte educatiu orientat a reconstruir el teixit de les relacions, per una humanitat més fraterna, interdisciplinària, intercultural i interreligiosa.

També albire que el secretari general de l’episcopat, Luis Argüello, entén bé els térmens d’un possible pacte educatiu per a la nostra societat espanyola quan reivindica l’aportació de sentit que sobre este tema pot fer l’Església en un món on “tot està en moviment”, amb “tres valenties”: “La de posar la persona en el centre; la d’invertir les millors energies amb creativitat i responsabilitat; i la valentia de formar persones disponibles que es posen al servici de la comunitat”. Este bisbe diu coses interessants en el tema de l’educació.

Jo dic sí a un pacte educatiu. Però no tinc molta confiança en la capacitat general de reacció del catolicisme espanyol actual. La meua opinió és que necessitem un pacte educatiu que respecte les exigències d’un laïcisme sa, sense exigències per part de la Conferència Episcopal, i sense l’obligatorietat de proposta de la religió confessional. No vull que la religió catòlica siga beneficiada amb el pacte educatiu. Ni que s’adduïsquen raons per a este obligant al compliment del Concordat. L’Església Catòlica ha d’insistir que no necessita privilegis ni els vol. L’única cosa que ens ha de preocupar als catòlics és que cada dia suscite major atracció l’Evangeli de Jesús, ajudant a reduir la desigualtat entre els pobles.

Considere que és necessari integrar el fet religiós en el pacte educatiu. Per a mi és imprescindible conéixer a Moisés, a Mahoma, a Confuci, etc. Tots els jóvens haurien de conéixer l’Alcorà i les històries bíbliques, el profetisme, les benaurances, etc. I defense que en l’ensenyament públic, igual que les matemàtiques o la geografia, s’ensenye també el fet religiós i totes les seues manifestacions, amb les seues llums i ombres al llarg de la història. Que tots els xiquets i jóvens coneguen el fet religiós i les religions en general, però amb tres condicions: que siga un ensenyament laic, és a dir, plural, no confessional; que el professorat no siga nomenat per les autoritats religioses i que els textos no siguen dictats pel bisbe o l’imam.

Hem perdut tant de temps fent de la religió una de les “maries ingènues”... I és trist que seguim sense reaccionar a temps. S’ha desprestigiat tant el fet religiós en les escoles que no comprenc com el poder episcopal no evoluciona, amb una actitud crítica i responsable cap a les desviacions existents. I es continuen publicant documents episcopals reiteratius i apologètics sobre l’educació i els seus desafiaments contemporanis on es diu tot el fonamental però sense capacitat d’inspirar a ningú.

Estem farts de documents en què es repetixen les mateixes idees sobre els objectius de l’educació però que no contenen ni mitja paraula d’autocrítica. Totes les reflexions són perfectes però sonen a més de la mateixa cosa. El meu olfacte m’apunta que massa sovint es continua parlant d’una educació catòlica aferrada a interessos socials i econòmics que no són els dels últims i que, malgrat tot això, es presenta amb pretensions de ser mestra de la verdadera educació. Siguem sincers: l’ensenyament catòlic ha perdut la seua capacitat genuïna de transformació social a l’Espanya en què vivim. Universitats de catòlics burgesos, catòlics d’elit, sense formació política catòlica. Desvirtuacions monstruoses.
Alguns interrogants: ¿Com no cauen en el compte els responsables del model educatiu catòlic vigent que hi ha coses que no funcionen en una societat plural i laica com la nostra? ¿Com no reconeixen els factors que tant desacrediten l’Església i al missatge evangèlic que es pretén predicar? ¿No s’adonen que els jóvens no freqüenten els temples? ¿No veuen una tremenda desconnexió amb els milers de professors i alumnes que acudixen als seus centres escolars cada dia? ¿No poden assumir que hi ha coses que s’estan fent mal quan tants dels especuladors, evasors i corruptes actuals del país han estudiat justament en col·legis i universitats catòliques? Cal innovar amb un nou paradigma educatiu, intercultural i interreligiós l’ensenyament catòlic perquè l’educació catòlica puga ser percebuda per tots i per a tots els ciutadans.
Tal vegada siga possible un pacte “entre la família, l’escola, la pàtria i el món, la cultura i les cultures”, com advoca el Pontífex. Però sense l’autocrítica de la mateixa Església catòlica no serà possible en la nostra Espanya actual.

Defense el dret de la societat enfront de l’Estat, que no pot ser el més poderós propietari privat. L’Estat només servix si és un Estat coordinador, no “subordinador”. La seua funció no és, doncs, estatalitzadora, sinó socialitzadora. Usurpa el poder col·lectiu quan, per a convertir-se en superpotència o suprapoder, despotencia la societat sotmetent-la a la impotència. Ajudar l’Estat a retornar a la societat el que és seu és tasca de tota persona preocupada per la justícia educativa. El rebuig de l’Estat-Amo implica també el rebuig de l’Estat-Administrador segons els motles de l’Administració a l’ús.

Advoquem per un Pacte Educatiu per a l’Espanya actual que ens ajude a afrontar els grans desafiaments existents en l’educació. Però afrontem viure els beneficis de la tasca educativa amb un laïcisme sa, crític amb els privilegis existents. Cal articular un nou model educatiu. El camí dels drets humans és el verdader paradigma que hem de desenvolupar en l’educació per a crear una societat autèntica, lliure, fraterna, intercultural i interreligiosa.

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¿Religión en la escuela? 
Por derecho y por justicia, sí
Vicente Agustín Morro López, Delegado del Foro de la Familia en Valencia. Expresidente de FCAPA

Multitud de respuestas se han dado a la pregunta sobre las dimensiones constitutivas del ser humano, que a su vez están condicionadas por la respuesta que se dé a la pregunta sobre qué es el ser humano. Todas ellas no deberían obviar, aunque a menudo lo hagan, que no existe el “ser humano”, sino personas concretas, individuos, miembros de una misma especie, que lo son desde su concepción, desde su inicio. En su proceso de desarrollo y crecimiento toda persona irá alcanzando, en condiciones normales, el cumplimiento de todas sus potencialidades, pero no cambiará de naturaleza.

Podemos señalar, casi como media estadística de esa suma de respuestas a las que aludíamos al principio, que las dimensiones del ser humano, de cada individuo concreto, serían la física o corporal, la psicológica o emocional, la cognitiva o cultural y, excepto para los más dogmáticos, la espiritual o trascendente. En esta última, la fase más evolucionada sería el sentimiento religioso, la experiencia de religación con la divinidad que, en la mayoría de los casos, aunque no siempre, conlleva la religación con el resto de los humanos, de las personas con las que compartimos la existencia.

La Constitución Española de 1978, en su artículo 27, dedicado al derecho a la educación, establece, en el apartado 2, que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.» Precisamente, si queremos cumplir con el espíritu de este artículo, e incluso con su literalidad, para que pueda alcanzarse «el pleno desarrollo de la personalidad humana» no podemos hurtar la presencia en la escuela del hecho religioso. Y no como una cuestión meramente cultural, no solo como un conocimiento histórico –o, menos aún, ya “arqueológico”-, sino como un derecho individual vinculado a la libertad de pensamiento y de conciencia. Esa aproximación cultural o histórica a la que aludíamos podría hacerse desde las asignaturas de Ciencias Sociales, Historia o Filosofía, sin necesidad de una asignatura de Religión, pero esto no haría justicia a la dimensión trascendente de la naturaleza humana. Con esto tendríamos ya una razón por la cual es no solo conveniente, sino necesaria, la presencia de la Religión en la escuela.

San Juan Pablo II, en su Mensaje a los Jefes de Estado de los países firmantes del Acta Final de Helsinki, firmado el 1 de septiembre de 1980, recordaba que «al tema de los derechos del hombre, y en particular al de la libertad de conciencia y de religión, ha dedicado la Iglesia católica en estos últimos decenios una seria reflexión, estimulada por la experiencia diaria de la vida de la misma Iglesia y de los creyentes… la Iglesia desea presentar a las altas autoridades de los países que firmaron el Acta Final de Helsinki algunas consideraciones particulares, que favorezcan un serio examen de la situación actual de esta libertad, a fin de que pueda ser eficazmente garantizada en todas partes. Lo hace consciente de responder al compromiso común, contenido en el Acta Final, de "promover y alentar el real ejercicio de las libertades y derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y otros, que se desprenden todos ellos de la dignidad inherente a la persona humana y que son esenciales para el desarrollo libre e integral de todas sus posibilidades".» El respeto a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión no es una cuestión menor con respecto a otros derechos “políticos” –reunión, manifestación, libertad de expresión y de prensa, participación política- que parecen tener una mayor relevancia social.

En el año 2002, el Cardenal García-Gasco escribía que «Juan Pablo II no ha dejado de insistir en que la libertad religiosa es una especie de termómetro para medir el verdadero alcance de la libertad de las personas y de los pueblos.» Podríamos decir que la eliminación de la asignatura de Religión de la escuela sería, además de un incumplimiento flagrante de un tratado internacional válidamente suscrito por España (arts. 10.2, 16 y 96.1 de la Constitución) – Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales-, muestra de una limitación real y efectiva de las libertades. Podría ser ésta una segunda razón para avalar la presencia de la Religión en nuestras aulas.
Porque en esta cuestión estamos hablando de libertad y de derechos. No es un privilegio ni un capricho que los padres puedan elegir el tipo de educación que desean para sus hijos. Es un derecho de las familias; no lo es de la Iglesia –de las distintas iglesias y credos-, ni de los docentes, ni de los curas, ni de los titulares de los centros. Tercera razón: respetar la libertad y los derechos de los padres, primeros responsables de la educación de sus hijos. En efecto, los padres, cualquiera que sea su religión o creencia, ejercen sus derechos constitucionales y fundamentales al reclamar que sus hijos reciban la formación filosófica, pedagógica, religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (arts. 27.3 de la Constitución, 26.3 de la DUDH, Principio VII de la Declaración de los Derechos del Niño, 2 del Protocolo Adicional I del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, 14.3 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, entre otros acuerdos y pactos internacionales, además de diversos pronunciamientos de los tribunales).

Por éstas y otras muchas razones, por derecho y por justicia, la asignatura de Religión debe seguir impartiéndose en las escuelas.
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